Menos los negacionistas
que son un 6 por ciento, los demás queremos estar libres del mal de ponernos
enfermos. Es una panacea, no hay duda, porque nacemos para oxidarnos y morir
desde el primer grito de bienvenida a la vida. Solo que no nos damos cuenta y
nuestra forma de entenderlo hace que cada vez queramos vivir más de cualquier
manera.
No me dirán -
si es que son asiduos a los programas de entretenimiento- que no hay veces que
ven máscaras humanas en vez de colaboradores de tanto realce de Botox y bisturí
apalabrado. Está motivado entre otras cuestiones, porque les salen las
operaciones gratis a costa nuestra. Las promocionan y los ingenuos
picamos.
Las famosas de internet (y algunas que no lo son tanto) pregonan las
bondades del cuidado corporal con cremas, lociones y hasta tratamientos
estéticos con créditos que luego pagas con la tarjeta, aunque no hayas quedado
satisfecho. Es el nuevo estar en sociedad, que en el XIX se zanjaba con vinagre
bebible a grandes sorbos y corsés que perforaban la piel y contraían las
costillas para conseguir una cintura de avispa.
Los humanos somos idiotas. Si
fuéramos un proyecto de vida inteligente alienígena, ya les digo que la
pifiaron. Y si somos obra de la evolución, ya les digo que “un pasito palante,
María, dos pasitos para atrás”.
Viendo los retoques estéticos de una colaboradora hubo chuflas en
Internet durante semanas, porque menos es más no era precisamente el lema de la
señora. Pero no crean que misogineo que no, porque hay otro colaborador que de
tanto estirar la jeta ya parece más de comic que persona real. Ya ven qué arte,
sin nombres ni apellidos, que éstos comen de las demandas. La vida- al menos a mí- se nos ha escapado de
las manos; Hemos cambiado tan drásticamente como la peseta en euro y como ella
hemos perdido valor haciéndonos pequeñas y olvidadas en un cajón de la cómoda
de la abuela. Hemos inventado los geriátricos para acumular tristezas, para no
molestar, ni cargar más a una familia a la que ayudamos a crearse, a crecer y a
reproducirse, llevando a sus hijos- nuestros nietos -a colegios y trasiego de
extraescolares. Vivimos tanto-más allá de los límites establecidos por los cromañones- que se nos secan las ideas, nos
postramos en silla de ruedas y nos volvemos dependientes (o sea improductivos)
menos para las grandes compañías de cuidados geriátricos que hacen su agosto
con nosotros. Es horrible hacerse viejo y ser un lastre para ti mismo y ver que
lo que has vivido y lo que has luchado
se va por la trasera del váter. Dirán algunos que eso es precisamente el
sentido de la existencia o quizás el más allá, del que ya saben que no soy muy cercana. Quizás por eso las dudas ante el
abismo final o la muerte o simplemente el ver lo injusto que es todo esto.
Ahora las vacunas son la
esperanza de vida y las queremos. Incluso la rusa que no sabemos bien si una
vez puesta recitas “Crimen y castigo” en cirílico. Van
por edades y no apetencias. Así que mientras los descerebrados creen que nunca
les tocará porque están todo el día entre drogas y alcoholes adobados, los
demás rezamos por tener la edad apropiada para que nos la inoculen porque vemos
que la gente la sigue contrayendo, que es mortal y tiene muy mala leche. Queremos vivir hasta el infinito
y más lejos, danzar con la Canina y no pisarle los callos para que no nos lleve
con Ella, sino que tengamos plaza asignada en un sillón de geriátrico con cien
años a la chepa. Nunca quisimos ser viejos, ni cumplir años, pero ahora sí
porque la vacunación depende de ello y la queremos con las mismas ansias que
antes de la crisis del ladrillo queríamos la segunda residencia, que ahora con
la crisis del covid se ha convertido en la primera. Vamos a baquetazos de
tiempo, a inflaciones anímicas, perdidos en los recuerdos del ayer, mientras
nos jodemos el hoy, para no pensar en el mañana.
No sé qué dirán los del seis
por ciento. Lo mismo están en sus torres de marfil todo compuestos con el culo
asentado y la cara rasurada al modo coreano. Que no hay que ser amante de los
mangas para creer en las pandemias, ni desear tan vehementemente una vacuna
para poder vivir sin miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario