
Me creerás si te digo
que no me ha tocado la lotería, porque
desde que te fuiste la suerte me desdeña. Nunca nos tocó, excepto en querernos.
En eso, teníamos la serie completa. ¿ Te acuerdas de la Ley de
memoria histórica para que los enterrados en las cunetas -como perros rabiosos-
volvieran al lado de los suyos? Pues tiene tan mala pinta de prosperar como mi
vida sin ti y el futuro de Pedro Sánchez, ese candidato que cuando tú te fuiste
nadie apostaba por él, pero que ahora es Presidente.
Sé que debía haberte escrito antes, pero la pena es mala consejera y
cuando se mete en tu casa ya no ves la forma de echarla. Los
niños siguen creciendo y la gente va a lo suyo, como siempre. Sigo sola- más
consciente de mi soledad -cuanto más tiempo pasa. El dolor no se va por mucha
terapia de llantos y duelos que le dispenses, como el asesinato de mujeres a
sangre fría o caliente.
Ha sido un año pesado y famélico, duro y estepario, de vaivenes
políticos con la cuestión catalana siempre de fondo. Ha dejado de importarme lo
mucho y me quedo con lo instantáneo que es la fugacidad de un ocaso, todo anaranjado
mientras voy a llevar a entrenamiento a tu hija. Sigo
sin cuidarme porque las madres somos autónomas de por vida y trabajamos de sol
a sol sin sindicato que nos guarde. Tampoco
tengo quien me quiera , porque aún pienso en ti, siento en ti y creo en ti que
eras duro como la roca- y cabezón- para que la muerte pueda más que tus ganas
de volver conmigo. Se
irá el año del perro y vendrá el año del cerdo que culmina con la rotación de
los doce signos. Se irán haciendo mayores los niños y volarán, pero no estarás
para verlos caminar por separado, para sonreírles, ni mostrarles tu
orgullo.
Dicen los adivinos que 2019 será mejor. No para mi madre que se asienta
en su pasado, desconectada de todo porque brindó con el Alzheimer para perderse
en su propia vida sin recuerdos . No para ti, que ya llevas más de dos años
fuera, presente en nuestras menciones, en mi llanto , en la rabia ciega por no
habernos dado cuenta de que te ibas y remordimientos por no haberte disfrutado
más. Por
no haberte dado más de todo ese amor que tú nos regalabas a cada instante. Nunca nos tocó la
lotería, pero sí que pensé que este año -que era desafortunada por no tenerte,
este en que te echo tanto y tan terriblemente de menos- me acompañaría un
pellizquito solo por saber que la mala racha había pasado y nos dejaba empezar
a respirar de nuevo. Porque
nos ha dejado lastrados como la Sirena de Casona, varados en ninguna playa
porque como el barco de Macondo estamos en mitad de la nada. Podría hacerte un resumen de todo lo que ha
pasado este año y te daría igual porque lo único que me preguntarías es “cómo
estamos” y si yo estoy bien. Esa era tu pregunta típica, la primera y última,
mirándome con más amor que ninguno de mis perros, con más entrega que la mejor
de las madres, con más bondad que el más santo de todos los profetas. Podría,
pero no me dan las costuras del cuerpo para despedirme de ti, dándote paseíllo
de torero, sabiéndote en plena faena de matarla a Ella para volver conmigo que
aún te espero. Ya te digo que para mí el año no ha sido bueno, pero no me quejo
porque me he acostumbrado al dolor, a la pena, a disimular con todos , a no quitarme
la careta, a fantasear con que los atardeceres me dan calor en el alma y a
desviar la vista cuando la niña me pregunta cómo estoy. Ya no lloro a cada
rato, ya no me reviento de rabia, de frustración, ni de miedo. Me estoy
endureciendo, saliéndome escamas de arpía. Lo necesitan tus hijos que solo me
tienen a mí, hasta hacerse mayores. Te juré que los sacaría adelante, mientras
aquí sigo al pie del cañón, porque los que tienen como nosotros alma de árboles
morimos de pie , sin que nadie se dé cuenta que nuestra alma partió porque un
rayo nos atravesó de parte a parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario