LAS GORDAS MIENTEN
Mi endocrina lo sabe,
lo supe al mirar sus ojos esquivos mientras le estaba explicando que era
puramente espartana. Las gordas mentimos, los enfermos en general también, pero
las gordas, somos perfectas en eso. Me puso una dieta de mil quinientas
calorías, que le juré por la manta de Carlitos que la seguiría al pie de la
letra y no habían pasado seis horas, cuando ya le había puesto los cuernos. Supongo
que es cosa de la genética, porque he visto mentir, por amor al gozo bucal y
estomacal, a mi abuela, en la consulta del oftalmólogo y del cardiólogo….“que
no, que yo no me salto la dieta, berza solo con verduras”. En realidad , es
mentir por amor a la buena vida, a las comidas suculentas o por protagonizar
una forma de entender las cosas , que tiene poco o nada que ver , con el mundo
expreso, al que nos obligamos todos los puñeteros días. Mi
abuela decía muy sabiamente que cuando no tenía ni para comer, estaba delgada
como una raspa y que cuando las cosas le fueron bien, la obligaron a no hacer excesos,
para conservar una salud que antes, en la delgadez, era precaria de beneficios
suculentos, porque no se los podía permitir , por su escasa fortuna.
Las gordas presentes nos justificamos con que tenemos los huesos anchos
o con que somos así por naturaleza, no es mi caso, que sé que soy infiel a las
dietas, igual que lo soy a las recetas de comida, por puro aburrimiento, porque ya me dirán qué bueno hay en saber lo
que vas a comer cada día y es más, qué narices hay de mágico, en repetirlo
hasta la saciedad. Supongo que por eso, me dedico a esto que no tiene
estabilidad, ni nombre, ni consideración, más que la de ustedes que están ahí,
más buenos que el pan de horno, pero aún así, no se crean, hay veces que también
me cansa, que ayer sin ir más lejos me ofrecieron ser colaboradora de un
periódico y rasgue la proposición con la
misma indiferencia que si fuera la túnica de una vestal, mirando para otra
parte. En tiempos me hubiera emocionado o al menos la hubiera contestado, pero
será como dice Amparo Butrón que nos estamos haciendo viejas, maduras diría
ella, que me repasaba los escritos para corregirlos, mucho antes de convertirse
en maestra. No sé , también tendrán que ver con la edad , los kilos, porque
están ahí , ufanos y rebosantes de grasa, movibles a poco que dances con ellos
y pacientes, practicantes y devotos, como una pía, sin el vicio de abandonarme
por la crisis, porque siempre habrá un chino cerca , donde las palmeras de
huevo se puedan comprar por un euro. ¡Pobre de mi endocrina, la qué le voy a
dar!, ella toda delgada y ascética, espartana de lo que predica, con su batita
blanca y su ordenador en marcha, viendo mis analíticas y pensando” cómo esta
jodida gorda no tiene ni el azúcar, ni el colesterol alto” .
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