viernes, 13 de marzo de 2020

ENTRETELAS


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Hay veces que el mundo se te echa a la chepa. Hasta el ordenador se va porque los de Eléctrica hacen con la luz lo que les da la gana.                                                                                                              Es curiosa esta vida nuestra donde cualquier cosa se nos hace llaga. Nos hemos hecho tan blanditos que parecemos Filipo de Macedonia recibiendo a los romanos. Porque solo somos exclusa de griegos ahítos de néctar de dioses y todo lo que no sea mamado se nos enquista para hacernos daño. A mí me pasa, no sé a ustedes. Se me enturbian las razones y la carga se me hace lastre y éste se me aposenta en los ojos y me deshago en aguas otoñales. No es la fecha, no es el tiempo, no es el frío, ni la tristeza en si misma, sino alegato en vara de San José metido por los esfínteres académicos. Hay días que trinan como vicetiple acabada. Pero aún peor son los años que los ves venir porque son bisiestos. Qué vaya gallina en pepitoria que nos ha tocado, porque no creo en dioses de peana, imagínense en bisiestadas… pero aun así me están jodiendo. Ahí está… esplendoroso, categórico y boqueando días -uno tras otro- mientras mis amigos se mueren a cachos sufridos, mis padres envejecen y me siento cada vez más sola como vaticinó una bruja cascada por el rencor, la envidia y la estulticia a partes iguales. El voceo de los ingratos es lo que tiene que una de cada mil veces, aciertan. Una de cada cientos de miles, que no hace que los buenos se queden con nosotros, ni la mierda no se quede pegada a los bordes de nuestra vida. Estoy hasta los ovarios de muchas cosas, sobre todo de idiotas que parecen fabricados en masa como los clones de Star Wars, ufanos ellos con su vida, sin importarles nada que no sea su propia existencia hueca como una cascara. No quiero esa felicidad de anchoa enlatada, ni la de los peces de los acuarios, ni la de los ancianos en geriátricos desmembrada el alma. No quiero esa clase de felicidad, porque la otra (la verdadera) no existe sino que es un invento del Corte Inglés patentado y haciendo fuelle cada vez que se reúnen los Grandes para extraernos savia.  Todo es un gran circo- con muchas e infinitas pistas- en el que intentamos mostrar nuestras habilidades. Solo intento respirar, que suba y baje la caja torácica. El pensamiento es el menos libre de todos los trucos que nos han impuesto por nacer, educarnos y madurar.  Ese jodido pensamiento nos explota, macera y duele como marca grabada a fuego. Porque no nos deja tranquilos, sino que nos aprieta, angustia y nos clama como un idiota en día de Feria, ebrio de rebujito de nevera de plástico. Hay veces que escribir es una tarea autoimpuesta, un intento de no menguar, una salida que es entrada en la atracción de feria de los espejos deformados. Y aun así, aquí estamos.

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