viernes, 14 de junio de 2019

LOS POETAS Sí MUEREN


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Muere la memoria y quien la dispensa. Muere el mar y acaba en 

playa. Muere lo que queremos y lo que odiamos y morimos 

nosotros que somos solo sueños de un tarado con mucho tiempo.  

La vida es precisa porque es finita, como la pluma sesgada de un 

poeta que nunca tuvo género- ni estirpe- más que la de afilar 

palabras para que nos dieran algo más que dolores de cabeza.                                                                                                                        

Nunca entendí la poesía porque la intensidad existencial me 

produce ansiedad igual que casi todo. No me medico porque 

disiento de las píldoras magistrales, de los farmacéuticos 

encapsulados en la rebotica y en los cajones que llevan a otros 

cajones más pequeños.  


Mercedes Escolano ha parido libro de poemas en el amanecer de 

sus años más fértiles. “Placeres y mentiras” se llama el niño, 

recogidito entre sedas de matrona complacida, con ojos de cachorro 

hambriento. No sé si sabrá Mercedes que lo trae a un mundo que no 

entiende a los poetas. No sé si menos a las mujeres que ejercen la 

poesía porque nunca he tocado ese palo, pero sí sé que éste es un 

mundo donde la negritud impera y un niño ahogado en la playa 

hace abrirse conciencias y nacer comentarios internaúticos a miles, 

pero que al día siguiente la bandada de insatisfechos comedores de 

plástico embotellado vuelve la faz hacia otro tema. 

  No sé si los versos plagados de amor, deseo, colores brillantes y 

sensaciones  gustarán al mundo, pero me gustan a mí tanto como 

las cervezas frías sin alcohol a pie del Marítimo. Gloria Ocón con 

su excelsa estatura estará de acuerdo conmigo…Escolano  vale 

mucho más que estas miserables letras tiradas al aire como dados 

trucados.  “Quiero ser fiel y volver a sus brazos, encontrando la 

cicuta, el cuchillo, los venenos y las agujas”. Quiero morir 

escribiendo y vivir para parir un texto. Mercedes lo sabe, porque 

 dispensa cada día paciencia en Secundaria a renglones cárnicos 

que nacieron desafinados y sordos para la literatura; incapaces de 

desgajar métricas imposibles que los grandes como Lope 

confeccionaban (¡¡ la madre que lo parió tan perfecto!!) al tiempo 

que se endilgaba un par de mozuelas discretas. Las mujeres de 

ahora- al modo Escolano-sobrevivimos y parimos cuando nos 

dejan. Ella más porque combina “Placeres y mentiras” con 

amueblamiento de cerebros de 12 años a los que pertrecha con 

versos apalabrados y bien paridos, entre horas robadas al sueño y 

desorden en la cocina. Nunca nos entenderán los que nacieron 

muertos, los que no pueden ponerse en la piel de estos versos…”El 

peso de la tinta, el peso del papel acariciado, el peso sutil e 

ingrávido de las palabras, ¿qué más placer podrían darme?” Porque 

esperamos que lo imposible se cumpla y los adolescentes 

entiendan, para que no tengan la marca del móvil en la yema de los 

dedos tatuada. Porque somos ese escollo insalvable que queda entre 

“Placeres y mentiras”, entre lo que nacimos y lo que nos vamos 

haciendo a nosotras mismas.





                                                                             

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