En el 2013, una pareja
finge un robo. Uno de ellos reconoce al supuesto ladrón y lo enchironan. Pasa 5
días de estancia obligada en prisión el denunciado hasta que un alma caritativa
dice que todo ha sido una mentira. Por esa denuncia falsa- y el tránsito
obligado en la cárcel gracias a ella- se indemnizó al supuesto con más de 2000
euros, pero no sabemos si le compensarían. Seguro que no porque la trena no
tira como Supervivientes, porque no hay cámaras que te sigan a todas partes
para que digas paridas, ni presentadores que te preguntan tu opinión sobre
cualquier incidencia. Los
cinco días-para más inri en la primera semana de agosto- a cualquiera de
nosotros se nos harían llaga convertidos en más de 400.000 segundos, lentos y
estriados como pulsaciones aceleradas. Y
todo por una pavada de 470 euros a la que ni el profe de mates ( Nicanor del
Lara) podría dar solución, en esta ecuación que no termina bien más que para
los que miramos. Porque
los dos acusados pasaron a ser los que dijeron que les habían robado los 400. Los han condenado a 2 años, pero no pisarán
cárcel porque han indemnizado, pactado y justificado su delito.
El antiguo supuesto se libró de
chiripa que no hay como dar el perfil óptimo para comerte todos los marrones
que parezcan chocolate, que lo del sambenito aún pesa que estamos en tierras
castellanas aunque el sol nos dore la piel y los gusanos de Dune campen a sus
anchas.
Momificamos a los
tiranos, peleamos por sillones, abandonamos las playas en septiembre al ritmo
de gente que miente por 470 euros y manda a la cárcel a un inocente para
componer mejor una coartada. Luego dirán que solo soy lo que leo y estampo en
estas líneas, copiando historias locales, pero es que no hay otra cosa más que
deglutir y engordar hígados de oca que serán seccionados, limpiados y
triturados para desayuno de nuestros niños. Componemos la realidad a brochazos
impíos, a sesgos de almas extrañas porque hemos mamado de la televisión a mafiosos
y proxenetas y ni los héroes engominados de Disney, ni sus patéticas princesas
pueden sacarnos de los fangos que acumulamos por generaciones. El ADN fenicio nos
lleva a dar y tomar, dando gomina de la buena y tomando por saco romano que nos
robaban trirremes y aceites porque no existía el copyright. Tampoco en esto que
hacemos los que tecleamos a dos dedos por mucho que la APC nos exilie de sus
filas, a los que con Alcántara por cabeza, Vargas Llosa, Camba o Colombine
nunca estudiamos periodismo sino otras letras. Con entusiasmo, las impresas.
Pero lo entiendo, los gremios nos transportan a lo medieval que tanto se lleva
ahora con mercados en cada puerta, con manteros en plena carrera, invidentes
que reconocen- en el acto- a un caco y una indemnización por residencia forzosa
en el maco en la primera semana de la agostera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario