No sé si saben de los
niños encontrados en Godella. Estamos en una constante sucesión de horrores.
Las ballenas encarceladas sin culpa en Rusia solo por avaricia, ancianos maltratados
y niños muertos. No
es una película de Disney cuando nos comemos esta realidad que no es de pasos
de peatones, sino de gente que transita aceras sin mirarse a la cara. Hemos construido una
sociedad donde preferimos que la gasolina nos la dispense una máquina que un
señor barrigón o una chica pecosa.
Nos encanta conversar y querer a nuestros amigos imaginarios de Internet
que existen , pero muy lejos porque somos solitarios empedernidos, necesitados de
ese afecto humano que ya no encontramos por ninguna parte. Somos
ballenas varadas- belugas por más apellido- que bebemos la misma agua reciclada,
porque un Dador universal nos ha puesto aquí y no en otro lado. Los pobres críos que
han tenido la desgracia de morir a tan corta edad, son la consecuencia del abandono
de todos, de la poca importancia que le damos a lo esencial y de que lo que no
contribuye a enriquecernos de alguna forma lo obviamos. Han denunciado otro
maltrato a una anciana de 90. Esta vez – afortunadamente-sin desenlace muerte,
pero sí con estafa de muchos euros. Se
me ha venido a la mente un amigo rondeño muy querido -al que llamaba a menudo-
con el que debatía desde cuestiones políticas hasta entrañables. Lo
cuidaban en su postración obligada tres mujeres, una cada 8 horas. Fuera del
trabajo matinal que consistía en labores de higiene dada su falta de autonomía,
estaba el resto del día en el que lo llevaban de paseo o le acompañaban a ver
películas en casa. Se creaba entre ellos una fraternidad muy especial que hizo
que cuando una de las cuidadores se fue, él la echara terriblemente de menos.
No ha sucedido esto en el caso de la anciana de 90 porque han esquilmado sus
ahorros a base del limpiarle la tarjeta de crédito, pero no es la punzada en
nuestra conciencia esa infamia, sino qué estamos haciendo con nuestros ancianos
y nuestros vulnerables niños. Se
huele la ansiedad de las ballenas encerradas, esperando que algún famoso (llamésmole
Caprio) clamen internacionalmente por ellas para que sean liberadas y no
llevabas a un zoo chino para deleite del que más paga. Utilidad
es lo que preside nuestra sociedad, uso , disfrute a cambio de beneficio. Trabajar-
ahorrar- para que no te falte como la hormiga , para que después vengan
aprovechados a meter mano a saco en tu debilidad. Esa
misma debilidad que ha condenado a dos críos de tres años y cinco meses a una
muerte injusta, porque qué importante es tener quien te cuide y vele por ti en
los momentos de mayor necesidad y desamparo.
Nos
apretamos para cuidar a nuestros hijos, nos tragamos espadas verticales,
tirándonos al vacío, sin pensarlo, solo saltando. Se nos clavan en la médula
hasta que un día -cuando tenemos los ojos llenos de legañas sentados en una
silla de geriátrico- creemos ver entre las brumas del entendimiento que han
venido a vernos esos que tanto nos costó criar con nuestros pechos. Qué injusta es la vida
con la oxidación de los cuerpos, qué injusta la ELA, qué mala perra que condena a los cuerpos dejándose pudrir a
las mentes. Qué mala suerte la de los críos, que hubieran sido la bendición de familias
que quieren adoptar con tanta desesperación que pierden hasta la cabeza, entre
lloros y deseos, gastos interminables a clínicas de reproducción y vaivenes de
servicios sociales. La
vida es miseria de pecera de pocos metros, de guano de buitre, de niños
enterrados, de ancianos torturados y estafados, de enfermedades sin cura. Porque
preferimos una máquina que no nos moleste que un tipo barrigón que nos eche la
gasolina.
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