No sé si saben que a
partir del SXV los balcones se echaron para afuera. No era moda, sino modo de
hacerse con la vida de los demás por montera. Desde
entonces nos han llovido los adelantos y el Internet hace que nos metamos más y
más en honduras y que graben a un desgraciado, tirándolo desde un contender de
basuras en otro de reciclados. No es broma, es mala educación y
desvergüenza que tíos grandes como un pino desocupen sus vidas cuando hay tanto
que leer, tanto que aprender y tanto que ayudar a los demás, sin joderles, ni
humillarlos. Sé
que les habla la voz de la conciencia olvidada, porque está todo perdido. Casi
todo. Aunque aún haya críos de primaria que luchan por los demás y personas buenas que son ignoradas en este
maremágnum de idiotas.
Rato
expía el mea culpa de “me cogieron”, suponemos que por los beneficios
carcelarios que da el perdón y el reconocimiento del perjuicio que se le ha
hecho a la sociedad. En
realidad, nada cambia sino que evoluciona y eso nos cansa terriblemente. El
caminar de cada día, para llegar por la noche al mismo punto -decadente y
flácido- de nuestra existencia que no es más que penar en una rueda infinita de
laberinto de rata. El antiguo Rey también pidió
perdón, sin que nos quedara claro de si por equivocarse o porque lo pillaran
igual que a Rato, en cosas que no se deberían hacer como coger a un perjudicado
y tirarlo en un contendedor de basuras. La
magia no está en la mordida sino en la dentellada, en el brillo de los molares
que se reflejan en los pixeles. Por
eso se mueven y actúan , no los mortales de dos patas, sino los que velan por
nuestros intereses. Eso no existía antes…el temor a que los videos se difundan
y den al traste con todo lo conseguido,
como en la época de la guerra fría en la que los espías se quedaban cortos con
sus camaritas diminutas para esconderlas en tacón de zapato. Ahora se requisan
los móviles en las bodas para no perder la exclusiva y hay paparazzis agazapados en cada esquina, sin que
tengan rostro -ni identidad- sino avidez por sacar tajada de dónde sea, sin
olvidarnos del protagonismo, que al
final es lo mismo. Rato ha pedido perdón a
las puertas abiertas de Soto del Real, donde se dice que no hay calefacción,
pero estamos seguros que huésped tan afamado no pasará frio como no lo han hecho
otros fotografiables que sus pasos ya anduvieron sin género que les guarde. Ya
nadie se salva, porque -desde que Lola Flores protagonizó aquella cruzada
contra los que parecían invulnerables- todos tenemos la cabeza en la picota. Gran Hermano nos
vigila y sabe mejor que nosotros qué compramos o cuánto o por qué motivo. Llegará
el día en que no habrá supermercados a los que acercarse los sábados , sino que
los drones nos traerán el pedido a casa, adaptándolo a nuestra salud para que
la sanidad funcione y no gastemos mucho, que seremos plaga los ancianos del
baby boom de los sesenta -ya entonces- calzando pañales. Eso si no tenemos que
pedir disculpas por vivir demasiado y cobrar pensiones que nos paguen esos que
ahora duermen en el bartoleo de institutos fugados y trabajos precarios. Qué
será de nosotros si los que echan a personas en los contenedores -porque pueden
,entre risas aplatanadas- prosperan y se hacen dirigentes. Qué será lo que nos
guarde de los que piden perdón, cuando la puya nos rezuma-aún- sangre. Estamos
muy perdidos en nuestra rueda infinita, pagando plazos de cosas que son tan
perecederas como nosotros mismos, pobres animales que todavía esperamos la
vuelta de los dioses que nos abandonaron porque nunca nos pusieron nombre, ni
nos rellenaron la cartilla de vacunaciones.
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