martes, 29 de mayo de 2018

LA NIÑA


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No sé si les pasa que se les enganchan las noticias. No sé si saben que andan liados con una película sobre las niñas de Alcasser como si no hubiéramos tenido poco horror-ya- con ese caso.                                                                                                                                                     Eché un vistazo el tráiler pero no fui capaz de acabarlo, me pudo más la tristeza que la curiosidad.                                                                                                                                     El otro día me acordaba de ellas cuando una amiga de mi hija me contaba cómo salían-despreocupadas- porque no había peligro.                                                                          Peligro siempre hay de que te encuentres con mala gente y te toque la ruleta de la Canina, pero lo de las niñas de Alcasser o lo de María Esther ni siquiera tiene nombre. Ahora, el asesino de ésta última ha salido de prisión porque lo condenaron a 8 años.  “El Vaca” lo llaman. En el 2011 tenía 17 años, ahora debe andar por los 24. Esther ni anda, ni se ha echado novio, ni ha ido al instituto, ni pelea con las amigas porque le hacen acoso. Esther desde el 2011 duerme el sueño eterno que es ni soñar, ni dar la vara a tus padres. Todo porque se cruzó en el camino del “Vaca” y él le arreó tan duro que la mató a peonadas.                                                                                                                                  La UCO no gana más que para disgustos cuando encuentran a una niña de trece,  apaleada y muerta. Esther tendría ahora 20 como uno de mis hijos. Ese que sale sin que le tome el pulso a mis miedos. Pronto los más pequeños tendrán esa fatídica edad en la que no puedes protegerlos de la vida por mucho que lo intentes, porque el destino  los lleva por sendas oscuras done no hay más que miseria. “El Vaca” lo era, de las peores.                                                                                                                                               8 años en la trena no le deben haber servido para nada, más que para embrutecerse y enrabiarse de la mala suerte que tuvo de que le atraparan. Lo hicieron porque dejó restos biológicos, porque hasta que lo hicieron negaba la mayor mientras hacía paripés de que buscaba a la niña. Le cogieron porque era joven e inexperto, pero ya delataba sangre fría y ese desprecio que solo tienen los más fajados. 8 años han servido para que  pague cuentas con la Justicia, para que rehaga una vida que no puede hacer la que se quedó con la cabeza destrozada por los golpes, en una casetilla.                                                                              Tenía 13 años y creía en los Príncipes azules, como Marta del Castillo. En esos chicos malos que tanto gustan a las menores, porque les hacen sufrir tragicomedias que contar a las amigas. Sigue pasando…el maltrato, el acoso, las violaciones, la rabia en forma de golpes y la prepotencia. Esa que les hace abandonar el cadáver como si fuera basura.   No sé si se les enganchan las noticias en los dientes, pero a mí sí.                                       Siempre lo hacen porque los rotativos son comedores de actualidad, devoradores de segundos y luego solo queda, el olvido. Esther murió en el 2011, asesinada. Reventada la cabeza a golpes, ahogada por una bolsa de plástico para ni siquiera verle la cara mientras la mataba. Sus padres jamás tendrán descanso a ese dolor que atenaza las vísceras convirtiéndote a ti también en miseria. Eso no lo sabe nadie más que el doliente, más que el que lleva luto perpetuo. No hacen falta condenas televisivas , sino que se cumplan las penas, que matar no valga tan poco como 8 años en los que Esther se habría enamorado de un buen chico, que quizás luego la hubiera dejado o ella lo habría dejado a él. Quizás estuviera ya trabajando o terminando su grado. Viva, alegre, feliz.                                             Pero ahora solo “el Vaca” lo será, campando por las calles, leyendo si le apetece, riéndose de huesos y tumbas abiertas que dejó él. Porque el asesino siempre gana en la ruleta de la vida. 8 años no son nada a cambio de una sonrisa y sin embargo cuánto son en días de comerte a tu niña a besos, de acariciarle su cara bonita, de verla cómo se va haciendo una mujer con el cerebro tan nuevo que tienes que adoctrinarla continuamente para que te diga que ya lo sabe, que está bien y se va con sus amigas. ¡¡Malditas casetillas cerca de la piscina con niñas muertas a golpes aciagos, con la cara envuelta en una bolsa de plástico para no verle la mirada!!.

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