Los sueños toman
prioridad cuando se cumplen por decreto.
Hay que trabajárselos mucho-no obstante- antes de que pase eso. Pero
cuando lo hacen, empieza el proceso como en Cataluña. El
de Megan ya sobresale a ojos vista, pareciendo una copia latina de Camilla. Las
anglos de la jet asemejan barbies retros , nada que ver con nuestra Letizia que
solo se pasa en estirar barbilla. Más afable en los telediarios que ahora
siendo noticia. Pero son
los sueños, saben, que las traen locas. Esos que a los mortales nos dan por
elucubrar lo que haríamos si nos tocara la lotería, si los niños nos salieran
geniales o el marido nos quisiera a morir por nosotras. Luego – un día aciago-nos
toca la lotería y Hacienda se lleva un cacho, la gente nos envidia, los vecinos
nos tiran basura al tejadillo y hasta nos meten demandas – los más listos-para
que soltemos algo de nuestro dorado dinero. Si
los niños nos salen geniales, nos sacamos las escamillas del cuerpo para darles
estudios. Si no nos llega, imploramos becas y buscamos la manera para que diez
o veinte años después no nos mire cuando nos cruzamos por la calle o esté a
miles de kilómetros sin acordarse de nuestro nombre. Si
nuestro hombre nos ama como si nos fuera la vida en ello, nos machaca y
reconduce, nos limita y absorbe, tanto y de tan mala manera que un día nos la
clava atravesada y ya no levantamos cabeza. Porque los sueños no nos mas que
pesadillas de noche en vela, de muchachas cotidianas que un día aspiraron ser
actrices- o presentadoras de moda – a las que los zapatos les aprietan, viéndose
reconvertidas en princesas que no pueden escoger ni el color con el que se pintan
las uñas. Es
el antisueño liberador y feminista. La antítesis misma porque luego de tanto
luchar por llegar, entras en una jaula- muy dorada- donde ya no eres más que un
producto de una gran marca- la monarquía- que hace contigo lo que les viene en
gana. Príncipes que han vivido en la opulencia, con colegios privados, con juergas
monumentales y portadas de rotativos que avergonzarían a madres de familia, ahora
son azules- cual pitufo cebón - adoradores de muchachas trabajadoras y
republicanas, descalzas de pie y alma, sin familias de renombre sino
disociadas, como dijo una profesora de la UCA para referirse a las
monoparentales, divorciadas y todas las que no gozan con papá y mamá que llevarse
a la boca. Nunca
se darán cuenta de todo lo que perdieron porque los trajes de gala, las
ceremonias, los flases de las fotos y el encubrimiento es lo que tiene, que
empalagan y ciegan. Nada que ver con ellos que nacieron en cuna dorada, que
luego del romance televisado se vuelven esquivos y protocolarios ; Maridos de
mesa y mantel de seda, con esposas enlazadas haciendo de actrices 24 horas y
presentando actos benéficos subidas en unos Manolos de última tirada.
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