En el Palmar a un
pacense le han acribillado la pierna. No se sabe el porqué de la discusión
anterior que dio origen al hecho, pero sí que se saldó a balazos. No es
insólito, no se crean, que andamos tiempos revueltos donde la gente se inspira
en series de ficción con héroes violentos.
Hay vidas que dan para mucho con solo 24 temporadas de emisión en
pantalla. Si no me creen, tienen frescos los datos de una estafadora que
sustraía desde teléfonos móviles incorporados a su dueña, hasta ciclomotores
que decía prestados y eran robados, pasando por joyas que rescataba sin
miramientos de la propiedad privada o estafas a adolescentes a los que les
decía que su madre estaba muy grave porque había sufrido un accidente.
Ya ven que la
realidad da para mucho, solo hay que resolverla para sacar verdaderas tramas.
Lo mismo es el calado marinero que nos asiste, el salazón de la marea o el
levante tarifeño aspirado el que nos enloquece a todos a la siniestra,
volviéndonos gaviotas aulladoras. Lo
mismo es eso lo que lleva a la gente a rodear el estadio Carranza y apalancarse
para conseguir entradas para los Carnavales, seis días antes de que salgan a la
venta. Los vecinos del entorno se
rebelan y no me extraña porque las acampadas, los ocupas y sobre todo los
detritus generados dan rasca cuando son cuerpo presente cerca de nuestra vida.
Es
curiosa la sensatez que nos inspira cualquier cosa vista desde nuestro lado,
donde los derechos son enormes como la boca de un embudo, y en cambio, la
libertad de los demás se estrecha hasta no formar ni el hueco de una
aguja.
El que estampilló la bala en la pierna del pacense todavía debe estar
corriendo la fuga de Logan, no vaya a ser que lo convide un Juez a mesa y
mantel , con techo y rejas incluidas en el paquete. Podría el huido llegar a
hacerle compañía a la estafadora- con presunción de inocencia intacta -que ella
lo que vaneaba era por pura buena voluntad que ya se sabe que lo que a unos le
sobra a otros les hace falta, como las joyas de la abuela, el ciclomotor
“prestado “o el móvil que jalaba de la mano de su dueña sin que ésta quisiera
soltarlo. Y es que somos mala gente
los que nos creemos que por pagar plazos de casa- con cláusula suelo
incorporada- ya tenemos derecho a que nos dejen tranquilos, sin que intenten
estafarnos, robarnos o rodearnos gente acampando por doquier, con sillas de
playa amalgamadas, con orines milagrosos que se bendicen con el salitre de la
playa. Porque si es
en bien del Carnaval nos callamos que no hay como la patria chica para hacernos
ver la Plaza de España preciosa , rebosante de basura el día después del gran
sábado de Carnavales o las calles del
centro reluciendo más que nunca apestadas por los vómitos y las meadas, con
gente ebria de vida chillando a dos bandas.
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