viernes, 17 de mayo de 2013

PEQUEÑOS FENICIOS, VENIDOS A MENOS


Me gusta el pequeño comercio, supongo que porque lo mamé desde siempre y no ya mi abuelo, sino mi bisabuelo, formaron parte de él, tanto y de tal forma, que siempre me juré a mí misma, que no seguiría los pasos de los que me habían precedido y hasta ahora he cumplido. Pero fíjense lo qué es la vida, que ahora con la crisis, con la incertidumbre del futuro, echo  de menos a esos escaparates gaditanos, a esos empresarios que se fueron , como sus establecimientos, a la inopia del olvido , que es dejar de dar la cara al público.                                                                                                                                                       Amparo Butrón, Marilúz Doña, Inmaculada Esplá y Juanita Fernández, entre otras muchas que gastábamos suelas gorilas por las calles del centro, saben bien de lo que hablo, porque todas estaban ligadas al mismo Cádiz que vivía y presumía del comercio, al igual que yo.  También algunas de ellas eran hijas del comercio y sabían de los vaivenes, de las crisis y de los sobresaltos que regala, haciéndose  profesionales , quizás por ello, en otras facetas tan alejadas de lo que vivimos, como la mía.                                                                                                                  Muchas de nosotras, carmelitas novicias in eternum, desvirgamos nuestros ojos con ese comercio, que degustaba nuestros sentidos con la tarta de nata de La Camelia, leyendo las novedades de la Marina o vistiendo la tela de Merchán.                                                                                                                           Ahora , cuando paseo por las calles gastadas por los recuerdos, solo veo establecimientos de ojos rajados que no me conocen, ni yo les conozco a ellos.                                                                                                     Sé que es una injusticia, meter en esta guerra épica a los pobres orientales, que, como nuestros fenicios recientes, se buscan la vida dónde mejor pueden. Sobre todo, porque los recuerdos de infancia y juventud no pueden compararse con nada y la gente ida por ser llevada, nunca desfigura más que, en positivo, los sentimientos, pero aún así los veo, al tiempo que el uniforme de las carmelitas cruje, por mis pasos y los calcetines marrones o azules se me caen y debo jalarlos, para dejarlos en su sitio. Los asiáticos no me caen mal, no los considero mal y les compro, pero no son ellos, hay algunos que se esfuerzan y que machacan el andaluz fenicio, para intentar agradar, pero les queda un vapor de olla express esperándolos, para tocarles a la punta de los pies a los que hicieron que la tacita, espumara con un fumatto. Había alegría, había trabajo, estaba Astilleros a tope y Aeronáutica que se salía, también Tabacalera y de bote en bote, la calle Ancha. Ahora hay audaces que lo intentan, que sacan de donde no tiene para mirar al cielo y que éste no les escupa paro, indignidad y desahucios, buscándose las habichuelas, como antes hicieron muchos otros, en el pequeño comercio. Ojalá que lo consigan, ojalá que los genes fenicios afloren de dónde quiera que estén, para que se encomienden a ellos y nos hagan superar con ingenio, esta terrible ruina.

1 comentario:

  1. Saldrán esos fenicios, incluso muchos de los fenicios de ojos rasgados irán tomando esa música celestial que toma el acento gaditano. Cádiz y todas las cádices hispanas seguirán funcionando pero, quizá, tengamos que inventar otras formas de funcionamiento. El pasado sólo existe ya en nuestra imaginación y el futuro en la imaginación de los más decididos y osados.

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