Veo mujeres hasta en
sueños…Mujeres que se buscan la vida, mujeres que pelean por sus hijos y
mujeres, que, como la Torres, tienen muy claro lo que quieren. Ser mujer no es fácil,
ya se lo digo a mi hija, aunque merece la pena solo por sentirlos dentro, por
tener vísceras en boca y mecerte con el viento y ganarle la batalla. Ahora ellas, como no, se
dedican a sacar tajada, eso creen, de amigas y grupos, porque somos grupales,
recolectoras de vida y seguidoras de tribus paridoras y diosas de fertilidad. Hacemos
grupo para ir a pasear por la mañana, hacemos corro en las inmediaciones del
colegio y nos llamamos para saber cómo hacer mejor las cosas. En
los trabajos lo mismo nos ponemos zancadillas y sacamos los pinchos de las
gujas de tricotar y nos los clavamos en el cuello, unas a otras, con deleite
desmesurado, a la hora de lucirnos el tipo, pero en lo principal , somos todas como
dos patos exactos , buscando en el vientre pasmoso del estanque. Ahora,
como en los tiempos en que mi abuelo se fue a Valencia y se pedían zapatillas
para correrse antes los grises, las mujeres, desde sus casas , hacen economía
sumergida , porque venden, de voz en voz, mediación de internet, lo que se
tercie. La
Torres no sabe de esto, porque la literatura le va bien y aunque ya no trabaje en el país, siempre le quedará París y los setenta confesados, que
lleva de corona al cuello, renegada de muchas cosas, por lo muy revivida que ha
sido. Es
la Torres, mujer donde se tercie, que ha terciado en casi todo lo que en este país ha tenido alguna importancia. No
soy muy adicta a su verbo, pero sí a su genio, que se me reviene a la rotundez de
los ovarios revueltos, porque en mi clan, tanto mi abuela paterna, viuda con
garras de acero , como la materna, con más fuerza que mil olivos viejos, nos
viene de casta y nos convertimos, con los años por montera, en vides
sarmentosas , de patas regordetas y pico agudo. Las
sagas de mujeres, no tienen nada que ver con los apellidos, no terminan en una,
porque somos todas, las que abortamos, las que parimos, las que mamamos de
nuestras madres, leche embotellada en pechos, que nos cortamos para vivir y que
nos den los años o la espera en una residencia de ancianos, mente perdida y
genio presente y limonado. Creíamos las de mi generación que con las
pildoritas( dichas en francés tiene mucho más arte, pilule) podríamos abarcar
el cielo con las manos, que tontearíamos con Lucifer y no perderíamos el virgo,
ese virgo que tanto nos habían recalcado las monjas y que era como la noche de
bodas de mi amigo del alma, más virtual y esperada, que real. Porque el jodido
virgo no era elástico y a la primera embestida naufragó, como muchos de nuestros
matrimonios, noviazgos y parejas fallidas. También naufragaron, en el mar de las
hostilidades, nuestras relaciones con los hijos, esos, que criamos con la
democracia y el buen hacer , que no hicieron mella en nosotras que somos hijas
almendradas ,de una democracia que nos pasó por encima, con ventilador e impermeable
y que solo vimos, en los ojos de nuestras hermanas mayores o nuestras primas
pequeñas. Ahora creemos que todo ha llegado, que la crisis nos abona el terreno
para que olvidemos, para que las Cármenes que sufrieron penurias nos aboquen a
seguir el destino de ellas, de parir
fetos deformes, fabricados al abrigo de un preservativo caduco o una noche de
sexo sosegado .
Veo
mujeres en sueños, sueños con ellas y me velan los sueños, enseñándome en sus caras,
en sus cuerpos, las mil caras que tuve, los mil ojos que veré, las amigas que
fui, la amante, la esposa, la vieja que pariré,
mirándose mi ombligo en el espejo, caracol despistado, arrugándoseme el conocimiento
y vistiéndome de decrepitud y muerte , a raudales, disolviéndome en cientos de
mujeres más, transexuándome en ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario