Hay gente que se siente
rara con genética de nacimiento. No se avergüenzan, porque tienen conciencia de
ello, ni fueron los más populares en el colegio, ni a los que invitaban a los
cumpleaños, ni tampoco a los que el profesor les pasaba la mano por la cabeza
cuando hacían, para él, de monitos de feria. Ya en el instituto iban de pasotas,
no pasaban de nada, pero se lo hacían más que nada para que no les hirieran,
que la tela de la piel se raja con filo curvo y sangra por el mal estado de
conservación. Ahora , se han acostumbrado a decir verdades como templos y en
esta sociedad en la que se encubre casi todo, están muy mal vistos y los amigos
les vanean y las parejas se evaporan por miedo a quedar mal en las reuniones
familiares. No entienden nada, de cosas muy sencillas, como por ejemplo, de
cómo alguien puede despellejar a quien se supone que es su mejor amigo y luego
irse con él de cañas, a muchas risas y no lo entienden porque este mal no tiene
género, ni sexo, ni castas y se ha extendido con procacidad.
Hace poco han empezado a verse
salmones y dibujan nubes y ríos, con la yema de los dedos, en la luna del
espejo donde se acicalan cada mañana y sueñan, en secreto, con que un día se
alimentarán de oso grande y peludo, empezando a devorarle por la nariz que
tiene pegada a la boca, que aguarda para tragarles por entero. -¡¡¡Te masticaré de un
solo bocado!!!-gritan en su mente, cuando pedalean en su estática, cayéndoles
los sudores por todo el cuerpo, cuando esperan en la cola del metro o del paro o trabajan en su oficina a las tantas. Se están agriando como el vinagre
de las tinajas que otean para ver si está en su jugo, en su maduración y en su
cosecha, como ellos que nacieron desviados de tiempo o con otra onda paralela,
que no entiende las normas sociales al uso y por eso no han aprendido a inclinarse a lo japonés , pero en talante cañí
, con ondulaciones plegadoras, que estamos en malos tiempos y los que usan el
arte del engaño triunfan y no se van a la calle y los incómodos, son los
primeros que lloran por un ERE exculpatorio de pérdidas. Después, lo que es la
vida, ven que no, que los que se iban a tomar café con los jefes también son
despedidos y que vienen a buscarles, porque ahora todos van juntos de la mano ,
porque tienen que reclamar lo que es suyo. -Qué gran m..- piensan subidos
en su estática o en la cola del paro o embebidos en la pantalla del ordenador
echando currículos, pero se callan, porque si hablan revientan y cuando lo hacen
les miran mal , porque no se deben decir verdades, que encima ofendan y dañen
al que no sabe el uso estricto de ellas.
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