Los hombres no sois muy dados a acordaros de fechas. No te
creas , yo tampoco y tengo mamas, solo es que tenía columna el sábado y he
mirado en qué tocaba. Los
dos somos raritos , eso lo tengo claro, así que no celebramos fechas que otros
miman con esmero. No nos va mal, ya son veintiuno de unión legal y otros cinco
de ver caer las hojas del calendario , para poder escaparnos juntos. Hacíamos
lo más cursi, que era escribirnos cartas, eso en los tiempos en que ya internet
andaba y el cartero nos miraba con cara estupefacta, porque no estábamos
separados por más de veintitantos kilómetros y nos veíamos a dos veces por
semana. Me lanzabas al alma cartas larguísimas, donde me contabas,
prácticamente lo mismo , que me decías por teléfono, pero explicitado , de lo
que te pasaba durante la semana. Ya ves , vida interesante donde las hubiera , de
un opositor sin fortuna , ni salidas, currando para sacarse unos durillos, en
un negocio familiar.
Nos bebíamos las esperas, porque esperábamos con ganas y nos besábamos
aspirando la mar y enarenándonos el cuerpo con salitre y deseos esperanzados,
de amor eterno. No sé ahora
casi de nada, lo mismo tú sí que con la edad te has hecho patriarca y luces
barba bíblica y te amueblas la mente con certezas y dejas para mí las
obviedades y las dudas , que para eso escribo y te lo digo toda temperamental,
las hormonas mandan, en mitad de la rotonda del Carrefour, a gritos pelados. Nos
gritamos , pero riéndonos y nos velamos la mirada , porque nos miramos por dentro,
no creo que sean los más de veinte años de convivencia, es lo otro, lo que no
nos decimos porque ya gente de nuestra edad no se escribe cartas de amor y solo
se besan en las fiestas de cumpleaños de los niños , para que las maledicencias
y las madres separadas, se joroben un tanto.
Los hombres no sois muy dados a
acordaros de fechas, tú me llamas cuando tienes que poner en un impreso la fecha
del nacimiento de tus hijos, que también son los míos, pero lo mismo es porque
nos los pariste, aunque te joroben con ganas finas, que los niños nacen para
jorobar , aunque los incautos piensen que para hacernos felices. Lo mismo –intencionadamente-
se te olvida y te acuerdas solo de mis caderas en su talla, de hace
veintitantos , en la playa , con una moto vieja aparcada, amarilla hortera, que
nos llevaba y traía, para horror de tu padre , que decía que te matarías con
ella, como tu primo Gabi y el espanto de mi melena que saltaba a la comba con
el viento, cuando tú acelerabas en las curvas. Sí
que te caíste de ella y te rebanaste una pierna, antes de llevarme a mi montada
a la grupa, al ir a recogerme de los Comes, supongo que por la emoción , porque
yo te clavaba mi anatomía en la espalda y me pegaba como lapa, que eso las
niñas de las monjas lo aprendemos en primaria y las murallas de San Carlos son
muestra de ello, con sus besadores escondidos , en las bóvedas adosadas , en
las pellas matutinas. Seguro
que no te acuerdas de la fecha y yo no quiero celebraciones, lo más que nos
dejasen tranquilos, los de la tropa , aunque fuera para reposar la cabeza en la
almohada unos minutos, que es sábado, joder y me apetece, pero no caerá esa
breva y vendrá uno de los gemelos y se fundirá en un abrazo y yo lo abrazaré y tú
te irás al servicio farfullando, verbo que has empezado a conjugar a partir de los
cuarenta, adobado con la crisis de las hormonas masculinas que no se
menopausian , pero sí que fruncen ceños y amargan. Seguro que no te acuerdas, pero yo
sí, me acuerdo de todo, porque no lo puedo borrar de mi vida , ni quiero, porque
me gusta tu mano en la noche, buscando la mía y tu respiración y tu cabeza en
la almohada. Lo mismo solo es eso, lo que siempre quise, un alma atada a la mía
como globo de cumpleaños, con lío de cuerdas, flotando en mitad del cielo y la
tierra, y los niños, enlazados en vida, refunfuños y obligaciones, salud , enfermedad,
gozo y muy pocas penas.
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