viernes, 28 de octubre de 2011

PÁGINA EN BLANCO




Creo que fue el mago del terror en “la ventana secreta” el que describió mejor la angustia de un escritor ante la página en blanco.

Si se paran a pensarlo un minuto, ustedes que van en el autobús de línea o que esperan en la consulta del ambulatorio o que sentados en su casa o en la cafetería, leen esta columna, seguro que les importa un pito la página en blanco y lo que les va en colores es la última charla con el jefe para saber si se quedan en la empresa o no, o la premura de llegar no ya a final de mes , sino a mediados , o la enfermedad de la parienta, o los estudios de los hijos, o el criticar por criticar , que es un arte que pulimos con la llegada de elecciones y la apretura económica.

Ya ven, cómo será la cosa esta del crisiteo, que yo ya ni leo los partes económicos de los prodigios europeos y no por flojera, sino, se lo confieso, que para eso estamos en comandita, más bien porque ni me entero, son tantos millones de euros que se barajan , que me dan vértigo, porque yo no sé ustedes, pero yo me despachaba la mar de agustito- pónganle voz de Ortega Cano- con mis pesetitas rubias que tintineaban en el monedero y no esos céntimos escurridizos y feos , que ni los niños los quieren de propinilla.

La vida ha cambiado, no hay más que pasearse por Columela y echar de menos a Vicente del Moral y sus comercios y ver tiendas nuevas y sentirte irremediablemente viejo.

Dicen algunos que mucho ha cambiado para bien y no seré yo quien les quite el mérito , porque no hay más que mirarnos a nosotras las mujeres y ver que es verdad , pero en lo profundo , en lo auténtico, esto sigue siendo un poco más del regusto de maquillar por fuera y quedar sucio por dentro. Las mujeres parece que lo tenemos todo, pero morimos a empujes machistas; Los niños son los reyes del cotarro y moneda de cambio, para hacerle la puñeta a los divorciados y renegados de la pareja; Las niñas de dieciséis pueden ser lo que quieran, pero llega un matarife y las empuja sin destino fijo, llorando sus padres en platós y juzgados, sin que nadie sepa- ciertamente- donde están ellas.

La vida ha cambiado mucho, ya se lo dije a ustedes, como para ensuciar mil páginas en blanco , recordando-por ejemplo- a los enchaquetados de la puerta de Merchán o los cines Caletas y los cucuruchos de pipas y las azoteas y los besos cándidos de los quince años o la elasticidad de la piel ascética.

Puedo conducir y conduzco mi vida, puedo protestar y chillar lo que pienso, pero aún así , me siento como los crisantemos ilegales de Chipiona que morirán sin salir a la venta, porque sus dueños no pagaron las licencias por ellos y ni los pobres muertos a los que iban destinados, ni las corolas, ni los pétalos, podrán disfrutar del azul del cielo.

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