martes, 18 de enero de 2022

HALLOWEEN

 


No hace falta una fecha concreta para que los demonios transiten plazoletas, con ánimos de robar niños inocentes a los que matan en su codicia de carne.                                                                  

Ha ocurrido en la Rioja. Es pan amargo que tragarnos para todos. Mas para los que veían cómo custodiaban los Nacionales al presunto a los que les pedían que les dejaran lincharlo como horda furibunda del Medievo. No son las omegas de Octubre, ni la comercialización de eventos sino la barbarie que llevamos dentro.  No me extraña la venganza colectiva, ni el deseo arraigado en nuestro encéfalo de hacer justicia a modo de Western italiano.                                        

Díganme sino ustedes…El crío de 9 años iba disfrazado, feliz él por la independencia que le daban los mayores de dejarlo ir solo al Parque donde había otros niños de su edad de un colegio  cercano. Los familiares estaban tranquilos, porque iba enfrente de su casa, a poquísimos metros. Qué podía pasar en un parque residencial lleno de buenas familias.              

Pero le echaron en falta, apareciendo medio muerto en el portal de un condenado por varios delitos sexuales y agresiones. Los sanitarios esta vez no pudieron devolverle la vida que le habían robado, tampoco curar la impotencia de los que allí aguardaban que llegara la Policía para llevarse al hombre que había secuestrado al crío con engaños.                                       

Este Halloween será muy difícil en Lardero porque un español -que estaba en libertad condicional desde 2020 por delitos sexuales- ha vuelto a cruzar una línea que jamás debería ser traspasada. Si matamos a los niños, qué nos queda…Y es más , cómo el mismo hombre que agredió sexualmente a una agente inmobiliaria mientras ésta ejercía su trabajo, secuestra a un niño, lo lleva hasta su casa y lo deja prácticamente muerto. Cómo se pude matar tan impunemente. Cómo mancillar una vida que no es tuya para satisfacer un deseo sexual. Ningún disfraz es más terrible que el que este presunto llevaba puesto…El de la normalidad. Porque si viéramos su cara bajo la máscara que le asiste nos espeluznaríamos de cuánto dolor, cuánta muerte y cuánta falta de empatía por los demás puede albergar un corazón capaz de matar a un niño de nueve años que va disfrazado para Halloween. Te da por pensar cuántos lobos deben de andar esquivando a la Policía, a los mayores, al resto de esa humanidad normalista que se levanta para trabajar, pagar su hipoteca y llevar comida a casa para compartir fiestas con los amigos , mientras tu hijo se va con los suyos a un Parque que está enfrente de dónde vives. No saben los que no tienen hijos- a los que se quieren como una prolongación de tu propia vida- lo que sentimos cuando los nuestros cruzan el umbral de la puerta de nuestra casa. Y tienes que dejarlos porque no los puedes atar a la esclavitud de tu custodia o a la de un colegio o un coche. El peligro acecha en todas partes. Fíjense bien que ha sucedido en un barrio protegido, con los padres cerca y gente que se conoce. Pero él estaba ahí acechando, porque la presa estaba dispuesta y su afán de mancillar y matar le pedía carne fresca. La ha conseguido y ni siquiera se ha escondido. Dicen los vecinos que no había policía suficiente en el Parque, que solo mandaban de vigilancia a dos. Pero ni toda la Policía del mundo puede protegernos del infortunio. La ley no castigará el daño hecho a sus padres, ni el futuro que ha robado a ese crío con edad de soñar. Lo pagará con cárcel y volverá a salir como el que violó a la cría de nueve años y volvió a cometer otro crimen igual en su barbaridad de gente sin escrúpulos, ni conciencia. No podemos protegernos de ellos como no podemos hacerlo de las radiaciones solares, ni de los volcanes o socavones que se abren ante nuestros pies. Solo la Ley puede meterlos en cintura dejándolos recluidos y vigilados para siempre. Apartados de una sociedad a la que no pertenecen. Maldito Halloween que ha privado a un crío de disfrutar de su larga, larguísima, vida. Porque solo tenía nueve años y un disfraz que hacía ver lo indefenso que estaba ante un cazador de piezas humanas con las que darse un festín que recordar entre paredes grises y compañeros de celda. No hay Justicia para estos crímenes, ni perdón. Solo rabia sin contener y un dolor lacerante que no te deja ni llorar.

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