Me resisto a cumplir años,
pero el cuerpo no me secunda sino que va de independiente a dos patas. No me
veo a los ochenta puliendo arrugas, menos con el panorama covid llegándonos
cada año como la gripe estacionaria.
No me veo criando malvas, más bien apuñalándolas aunque sea con los
incisivos mellados por la impotencia. No
sé cómo nuestros mayores aguantan con tanta entereza. Primero, cayendo como
soldados de avanzadilla. Luego, estando encerrados como leprosos a cal y canto;
Y por último, ahora mismo, esperando una dosis doble que les saque de los
marcadores fatídicos.
Se han quedado con las vacunaciones de los de ochenta por la mitad y
hasta abril (mediado) no creen que haya más dosis, por lo que calculo que si
alguno de ustedes santifica los cincuenta como yo veremos el verano, las
Navidades y puede que la primavera –del 22- sin que nos inoculen. No es de
extrañar que esté de cuerpo presente, con sopa boba aleteando en la garganta y
muy pocas ganas de que me toquen las palmas.
No sé cómo los mayores resisten más que si pienso en cómo sobrevivieron hasta
llegar aquí los nacidos en el treinta, con una década- la suya- en la que la
gente se tiraba de los rascacielos por las crisis, las guerras y las hambrunas.
Crecieron condenados a la separación entre pueblos y ciudades, con una guerra
civil que desangró un país que aun cojea de separaciones, facciones y
ultranzas. Y ahí siguen, muchos arropados en su casa, más solos que la una o
las dos- los que tiene la suerte de que les viva su pareja y no este ingresada
en un geriátrico- volviendo locos a los propios y los extraños, apalabrando el
día a día y creyéndose que si se esconden bien de la Canina no les encontrará,
por mucho que les busque por su
nombre.
Son gente obediente que se volvieron rebeldes con causa y ahora
protestan por todo, batallones de ancianos enlutados por su propia defunción
agendada, rebuscadores de tópicos destructivos que les importan un apio, de
meriendas a las siete haciendo de cena y sueños inestables por las muchas cosas
que les rondan en la cabeza. Chorlitos revoltosos y busca peleas, agudos
telefonistas de móviles y plataformas, con más tiempo que ganas y más ganas que
futuro. Y aun así, perduran, subsisten y son miles de veces más valientes que
la generación que le sigue y muchísimo más que los milenials que se atusan el
cuero, convidándose a elevaciones de estados y presunciones internautas. Nunca
seremos tan mayores como hoy, ni tan jóvenes como en el mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario