Esa especie dominante del Planeta. Esa que
extingue todo lo que la rodea, ha tocado fondo de pandemia. Nos hemos contraído
como lata de aluminio sin vida propia, porque nuestro contenido ha salido a
presión por la embestida del covid. No hay más que pasear por nuestro suelo
patrio para darnos cuenta que un tsunami bestial nos ha asolado a todos. Los
escaparates se han travestido de ladrillos y se multiplican los carteles de “se
vende” y “se alquila”. No me extraña que los mortales se den a los
antidepresivos. Quién tiene ases de copas en las mangas para echarle buena cara
a la tragedia de perder empleo o familiares por esta lacra.
Los
abuelos de las Residencias van a empezar a pisar una calle, que en un año no
han visto más que a través de las cristaleras. Podría ser una esperanza de
continuidad, pero estamos cascados y no vemos a un palmo de nuestras narices.
Si mentamos la continuidad, nos aparece la del
covid con una nueva ola en cuanto los descerebrados que nos circundan cojan por
manta la Semana Santa y empiecen otra vez de barbacoas . Estamos hastiados de
tanto tonto suelto y conste que no hablo solo de los políticos, sino de todos.
Parece que la gente que ha muerto no importa, que los que han enfermado no
importan y no vemos más allá de gráficas y necesidades de tres al cuarto. Es cierto que la Economía es primordial,
que solo porque la vida se nos iba a bocanadas hemos parado el ritmo, pero
necesitamos darle vueltas a la rueda del ratón para creernos de nuevo en el
juego. Queremos salir, ir de vacaciones, playa y fiestas. Es nuestra esencia de
gastar y consumir, de deleitarnos y ya los que sufrieron en sus carnes la
pandemia están olvidados como todo aquello que nos da jaqueca. La gente que ha
sufrido el covid con unas secuelas que lastrarán su cuerpo serán los más
olvidados del todos , incluso de los que han muerto que ni tiempo tendremos de
recordarlos y evaluar lo que han significado. Los empleos que ha arrasado el
covid, la gente que ha caído en la pobreza, los que subsisten casi sin saber cómo
serán los últimos olvidadas del sistema. Un sistema que se nutre de esperanzas,
ambiciones y codicias humanas, como los demonios lo hacían de almas. Volveremos
a poner la maquinaria en marcha. No sé si por suerte o para nuestra desgracia.
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