Dedicarse a esto ya no
es lo que era. Lo mismo nunca lo fue y nos dejamos engañar como los novilleros
con la ganadería o los profes con la vocación. Me crié con la
biblioteca de mi padre que estaba asentada principalmente a pie de mesilla de
noche. Allí no había incunables, pero sí materia prima. Me desdije de amigas y
cofrades del colegio de monjas y empecé a leer lo que me dio la gana. Debería
haber sido normal y haber leído a Martín Vigil y sus faldas plisadas, pero no
me dio la vez y me enganché a Gabo y más tarde
a S King.
A nadie le importa lo que escribo, ni tengo
tantos seguidores en redes sociales como para que me inviten a publicar un
libro, así que hago lo que me da la gana hasta que me digan “basta”.
El
otro día Montiel de Arnaiz( compañero de sufrimientos en Diario de Cádiz) se
asombraba en su columna de que para que te publiquen, se fijen antes las
editoriales en tus seguidores en redes sociales. Pero solo hay que ver las
estanterías de lo que se lee o los más vendidos para ver que esa es ahora la
tónica. Todo tiene que ser evaluado, testado y comprobado primero
virtualmente.
Si miráramos hacia atrás veríamos que solo lo
sencillo permanece, solo la primavera nos es fiel y solo nos debemos a nosotros
mismos. Pero si quieres escribir y que te lean, empieza por Internet. Sácate
cosa guapas del bolsillo, exhíbete, pelea, ten dificultad de opinión y
encarrila tu vida en modo rápido. Seguro que viene una editorial a susurrarte al
oído. Solo que es pecata vanal y como mucho durará un rato, como las
presentaciones de libros, las auto publicaciones y los premios literarios. No
están mal, ya se lo digo, nada mal para sacarte trozos de carne de las muelas
cuando estás famélico. Lo malo es la vulnerabilidad, el pasotismo, la
decadencia del tiempo y la desgana de la vida. Porque se lo fagocita todo,
incluso a Delibes con su cara triste y su tonillo apagado. Siempre pienso en mi
abuelo (que nació en el novecientos) mirando la televisión de ahora y viendo a
la pareja de los que se han dicho de todo y han vuelto juntos pasando por la criba
de la atemporalidad. Pero es lo más normal que los maridos consintieran, solo
que entonces al hombre lo llamaban cosas feas o le retiraban el saludo. Ahora
me imagino que se lo dirán por las redes, llamándolo de todo a lo bestia. No
hemos cambiado en realidad, solo que ahora somos flojos para leer libros y lo
que hacemos es verlos en Netflix. Los escritores han mutado en guionistas, pero
siempre hay alguien buscando un buen texto que llevarse al gaznate. Solo que si
no te conocen, no te leen porque la mayoría de la gente solo rebañea lo que los
demás lamen y los tuit más votados- o con más me gustas -son retuiteados, una y
otra vez. No exactamente porque fueran buenos, sino porque la masa los sigue.
Esa masa que pone cachondas a las editoriales que se han dado cuenta de que el filón
de que te sigan miles de personas hará que el libro se venda solo y puedan
respirar sin meter un gambazo. Lo entiendo no se crean, por eso me dejo llevar
y sigo ahí mirando los peces de estanque, intentando no ahogarme de tanto
pesar, sin pensar en lo que se me pudre por dentro. Hay algunos que te dicen
qué cuando escribirás un libro y tu sonríes y callas, porque te acuerdas de la
que lo hizo y después barrenaba en arameo porque nadie lo había comprado, ni siquiera
esos que le habían dicho que lo escribiera. Porque escribir un tuit, no quiere
decir nada. Y hay gente que dice cada día más burradas y hasta se repiten como
el ajo, para que los quieran y les hagan caso. Y no los critico, porque a mí me
encanta que me quieran y que se preocupen por mí y que me hagan casito. Por eso
subo cosas que escribo una y otra vez, pero eso no quiere decir que las lean,
ni que las retuiteen. La masa está atenta al sexo, las ubres, los tuit más
leídos y las tonterías varias. Publicarán y venderán porque las mareas llevan
plásticos a las playas. Delibes seguirá en blanco y negro y Ulises sin volver a
casa. Montiel y yo barrenaremos, cuando nos tomemos ese café prometido y la
vida seguirá igual de mierdosa y patética mientras tecleo.
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