No da tanto miedo el
coronavirus si tienes hijos adolescentes. Es como la muerte de alguien muy
querido que te inmuniza a otros horrores cotidianos que ya no te hacen
mella.
Una
cría de 16 ha desaparecido de la noche a la mañana. Eso sí que da miedo, porque
los aires que respiramos, el mar que se plastifica o la muerte lenta en un
geriátrico no tienen nada que echarle en cara a que una hija se te pierda. No
saben ni dónde está, ni con quién se ha ido. Me dirán que más control a los
niños, mejor educación y quizás que algunos padres seamos menos permisivos.
Pero díganme en verdad quién te protege del destino, quién es capaz de medirse
con su vara de maestro antiguo para que no te caiga un buen azote. Cristina ha
desaparecido como en un juego mortal de magia sin que sepan los suyos ni cómo,
ni dónde está. Ya ven qué cosa más simple, solo dos palabras que pueden llevar
aparejado el infierno. Cristina con sus coletitas y su cara aniñada podría ser
plato muy apetecible para pederastas encubiertos en redes sociales que ella
frecuentaba. Ya le avisó su madre que los lobos existían, pero no le hizo caso
o la engañaron a base de bien. No me da tanto miedo una pandemia global supongo
que porque confío en las medicinas y los profesionales, pero aun confiando en
las Fuerzas de seguridad y sus investigaciones el crimen de churrero se llevó a
dos personas por delante y hasta 12 años después no se supo quién pudo haberlo
cometido. De qué les servirá a los padres de Cristina que la encuentren dentro
de algunos años. Ahora se estarán tragando espinas encurtidas de no saber qué
ha pasado. También las pasarían crudas los familiares del Churrero de Chiclana
y su mujer, los hijos y nietos que supieron que a su padre lo habían matado a
palos (no olviden ambos de más de 70, casi rayando los ochenta). De su mujer hay para llenar
un sumario y sin embargo no va a estar presente en este juicio, sino por la
paliza que le dieron pero no por morir a los dos años de aquella, porque no se
ha podido relacionar con los hechos que después de pegarle como quisieron,
matasen a su marido y lo encontrase ella, envueltos los dos en sangre hasta la
médula. Eran europeos del Este, trashumantes de mentes planas con ganas de
sangre ajena, que no hay como robarles y matar a dos ancianos en la intimidad
de su casa. Tampoco cómo engañar a una niña para que haga lo que nos dé la
gana. Luego si a ellos les meten balazo de castigo -entre ceja y ceja- lo mismo
Fiscalía dice que son unos cafres estos chiclaneros morenos de profesión
churreros. Prefiero el coronavirus que galopa de frente y no a esos matarifes
de gente sencilla que tienen la mala suerte de encontrase con lobos esteparios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario