Estamos acostumbrados a los ladrones de " el golpe"
con ese dúo maravilloso de Redford y Newman, guapísimos e inteligentes a
paladas. Somos consumidores de teleseries americanas donde los ladrones son
estereotipos de audacia y sapiencia como" la Pantera rosa", por
lo que no pensamos en el soplagaitas que va a robar al cuartel de la Benemérita
o en el que se queda atrapado en el techo y llama para que le ayuden a bajar o
los dos monaguillos que - para esconderla- llenaron el Botafumeiro de
mariguana. No hay como saber de los
últimos intentos fallidos de delinquir para sacarte una sonrisa, porque
no me digan que no han soñado con echar gloria bendita en el botafumeiro para
alegrar el día a los parroquianos. En
este mundo sorpresivo donde no sabes qué noticia es real y cuál un simulacro de
fantasía animada, la prensa se ha convertido en algo que puentea entre los
programas de máxima audiencia y los libros de mercadillo que no compra nadie. Esos
periódicos de sesudos, de Casino de pueblo, de señorito apalabrado, de
campesino ilustre hacedor de versos, de bar con ansias de pasar de mano en
mano, ya no existen entre otras razones porque nos ha invadido la tecnología y
solo nos importa la individualidad y el sacar cabeza. Desde que Ismael Beiro
ganó el primer Gran Hermano- desde que le siguieron todo tipo de secuelas
germinadas y vomitivas por donde había un camino recién hecho, dando juego a la
diversión en nuevos formatos- se han andado kilómetros de filmaciones
pero también toneladas de basura. Ese chico que estudiaba Náutica,
guapetón y responsable, listo como los ratones colorados y con un físico que
simpatizaba con la audiencia, dio a luz a otros muchos bolardos de
imitadores y farsantes que vieron la ventaja en el ojo ajeno de una cámara para
no hacer más que lucirse, criticar y dormirse en los laureles. No se extrañarán
de que los “apandadores” de ahora que acaban en un cuartel lleno de
guardias, trincándoles por dos carteras de segunda mano y alguna otra
menudencia, los monaguillos porretas y el del tejado vertiginoso, no dejen de parecerme desgraciados. Los que se
quedan con nuestro dinero y nos dan gato por liebre, los que nos obligan a
comprar luz como si fuera oro, los que nos venden cosas que no necesitamos, los
que hacen de la salud un negocio y los Consejeros antes ministrables de las
grandes compañías que se comen todos los pasteles, esos sí que me parecen
lamentables. Ahora Newman y Redford no son más que imágenes del pasado que
no envejecerán sino que además serán remasterizados, revendidos y cauterizados
como todos nosotros cada día, planchados y alicatados para dar euros que
sudamos, a bolsillos expectantes de directivos y rufianes que nunca entrarán a
robar a un cuartel de la Guardia Civil, ni se subirán a un tejado del que
no puedan bajar porque tiene directamente nuestro dinero en sus manos . Tampoco
meterán mariguana para compartirla, ni gambusinearán en las cadenas privadas
para sacarse un alivio de vida y creerse algo más que los demás porque son
guapos y vivaces, devoradores de alma efímera, ladrones de nadie porque no son
más que sonrisa ficticia. El mundo cada vez me gusta menos, pero cada vez me
atranco más en él, alma perdida que no encuentra el camino de vuelta a casa, porque
la esencia que nos impulsa no es aire, sino amor del bueno, de ese que te
espera despierto cuando no has llegado. Ojalá la idiotez de meterte a robar en
un cuartelillo, ojalá la inopia del que se sube a un imposible, ojalá la
inocencia del que cree en los sueños, porque solo somos herederos de dos
carteras ya robadas , de un tejado empinado
y una regañina con expulsión inmediata del reino de los cielos. Redford
y Newman nos mirarán desde el olimpo de los dioses que fueron, escupidores de
los grandes hermanos que ganarán fama efímera y viles euros que se llevaran-
como no- los directivos y ministrables, que también serán desposeídos(a su
tiempo) porque en este mundo nadie se queda con nada.
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