lunes, 9 de septiembre de 2019

MOSCAS VOLANDO


Resultado de imagen de moscas en sangre
Una mujer de 45 ha muerto al salirse su coche de la carretera y darse un vuelco. En cambio, mi prima dio salida y vuelco de una autovía sin torcerse siquiera la muñeca. Son las moscas, créanme, las que imponen la diferencia. Esa que dijo ver la auxiliar que ahora acusan de haber asesinado a ancianas indefensas.                                                                                                                          Intentan demostrar las acusaciones particulares que lo hizo usando una jeringuilla que insertaba en una vía que tenía la víctima en el brazo. Pero son las moscas las que impulsan el odio, la ignorancia, las muertes o los ahogados sin llegar a buen puerto.          En el argot hospitalario las moscas pronostican muerte segura, ya ven en un hospital o en un geriátrico que se dispensa lo mismo la vida o la muerte en habitaciones contiguas. Pero es que somos caprichosas marionetas de un dios -cachazudo y barrigón al modo griego- que solapa sus mentiras con sus vicios y sus fútiles logros. Somos hijos de ese dios barbón y humano que nos hace recorrer sendas afines, llagarnos las manos y los pies y que nos regala moscas en vez de besos cuando abrimos la boca para mandarlo a  hacer puñetas. Es en el final de camino,  ingrato que te maten cuando iban a darte el alta; Que te siegue la vida el coche cuando otra campa libre y con tacones rojos embutidos, cuando hay tanto que ver para que te quieran cerrar los ojos a machetazos. No soy amiga de la Muerte, ni de sus paces a la fuerza, ni de sus indoloras y falsas promesas. No soy amiga de esa esquiva que baila cuando le da la gana con una mujer de 45 que ya nunca llegará a casa. Mueren los futuros niños que nadie engendrará porque nos hacemos viejos y nadie vendrá a pagarnos la pensión de jubilación porque vivimos, amamos y fornicamos entre compases de gimnasio y cuentas falsas. Nos hemos amanerado a la buena vida, aunque nunca fuimos espartanos de tirarnos por el barranco si perdíamos la guerra que la Bahía donde nacimos solo regala ablandamiento de conductas y restregamiento de virtudes cotidianas con cervezas a sol del mediodía y paro- mucho paro- que echarnos a la cara. Vampirizamos a los turistas exprimiéndoles el poco jugo que traen , porque los rubiales mochileros vienen escurridos de casa con euros escasos y bocadillos envasados “made in tus muertos”. No ganamos ni para pañuelos para llorar, por eso la Muerte pasa de nosotros y nos encandila como fenicios de tres al cuarto apostillados en cualquier piedra Ostionera fundiendo nuestras ganas con ella, deseando que algo cambien a nuestro beneficio. Pero nunca cambia nada, aunque los barcos lleguen y se vayan, aunque no se pueda aparcar o los paisanos sean como hormigas bien dispuestas para que venga el oso y se las coma aspirándolas.  No sé si saben que las moscas invernan en cagajones diminutos apalabradas con el tiempo. En patios que dan al Poniente y verdiales donde nunca se regaló más que la humedad y el salitre que socava lo más sagrado.

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