No hay más que recorrer
las aulas de la UCA( mientras se celebran las pruebas de Selectividad )para
entender que los tiempos no han cambiado. No en eso de los nervios, las
tontadas y no saber que -en pocos minutos- te juegas tu futuro. No
se les dice porque es peor y se balancean en una rama finísima que lo mismo se
parte por lo más frágil que son las esperanzas. No se les dice porque no
quieres aguarles la fiesta y que encima te la armen, porque los Bachilleres de
hoy van de sobrados. Lo van
porque les dejamos que se nos suban a las parras y sobre todo porque con la
generalización de los estudios y acceso a universidades hay quien cree que los
hijos son pozos sin fondo de sabiduría cárnica. Luego viene lo del síndrome del pequeño emperador y las desilusiones,
pero mientras ya les vale. No crean que me gusta lo antiguo, lo que seguramente
les tocó a ustedes o a mí, de padres autoritarios como marcaba el dictador que
gobernaba el país como cuartel de mutuas, siguiéndole en el compás quien no
quería marcarse. Somos la puñetera generación bisagra entre nuestros padres (ya
ancianos) y nuestros hijos que no despegan porque los trabajos son precarios y
en casa se vive muy bien. Nos
estamos enchancletando sin que nos demos cuenta, midiéndonos las arrugas del
alma con los metros de costurera de la abuela. Hemos fallecido sin caja que
guardar, con cenizas expuestas, desafiando los cánones establecidos por la
Física cotidiana. No sé
si ustedes recuerdan su Selectividad. Yo sí, porque aún no me machaca el Alzhéimer.
Me supera esta
rutinaria Odisea en la que Polifemo se fugó a otra isla harto de que su padre
le obviara, Ulises está maltrecho mientras Telémaco hace la Selectividad creyéndose mil veces
mejor que su padre. Penélope (la mejor parada) ha dejado de tejer y se ha liado
con una sirena. Me supera la ruindad, el desatino y la física de unos tacones
aleteándose bajo una gordita en una graduación de primaria. Porque no hay como
ver hacerse mayores a los niños para jorobarte la existencia. Nada como eso
para sacarte la mala leche y amargártela por las ubres lacias. No es que esté
de mal humor es que se acabó la menopausia y la transformación en Alíen( al
modo del “Gran Dragón Rojo “de Harris) está por consumarse- sin sangre ni
mutilaciones, ni de propios ni de extraños -que yo me transformo como los
carnavaleros para echar el rato. Los niños están
entrando en las Universidades con sus lápices bien punteados, sin acordarse de
nadie que no sea ellos mismos que han estudiado y parecen no haber mamado, sino
ser de generación espontánea al modo aristotélico. Que les vaya bien y que se
harten de trabajo, que dejen los nidos vacíos para que se ventilen y sequen con
el viento de Levante. El mismo que nos hará arena de fenicio encajonado, mirando
el Estrecho de lado.
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