viernes, 22 de junio de 2018

FÍSICA


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No hay más que recorrer las aulas de la UCA( mientras se celebran las pruebas de Selectividad )para entender que los tiempos no han cambiado. No en eso de los nervios, las tontadas y no saber que -en pocos minutos- te juegas tu futuro.                                                   No se les dice porque es peor y se balancean en una rama finísima que lo mismo se parte por lo más frágil que son las esperanzas. No se les dice porque no quieres aguarles la fiesta y que encima te la armen, porque los Bachilleres de hoy van de sobrados.             Lo van porque les dejamos que se nos suban a las parras y sobre todo porque con la generalización de los estudios y acceso a universidades hay quien cree que los hijos son pozos sin fondo de sabiduría cárnica. Luego viene  lo del síndrome del pequeño emperador y las desilusiones, pero mientras ya les vale. No crean que me gusta lo antiguo, lo que seguramente les tocó a ustedes o a mí, de padres autoritarios como marcaba el dictador que gobernaba el país como cuartel de mutuas, siguiéndole en el compás quien no quería marcarse. Somos la puñetera generación bisagra entre nuestros padres (ya ancianos) y nuestros hijos que no despegan porque los trabajos son precarios y en casa se vive muy bien.                                                                                                            Nos estamos enchancletando sin que nos demos cuenta, midiéndonos las arrugas del alma con los metros de costurera de la abuela. Hemos fallecido sin caja que guardar, con cenizas expuestas, desafiando los cánones establecidos por la Física cotidiana.                 No sé si ustedes recuerdan su Selectividad. Yo sí, porque aún no me machaca el Alzhéimer.                                                                                                                              Me supera esta rutinaria Odisea en la que Polifemo se fugó a otra isla harto de que su padre le obviara, Ulises está maltrecho mientras Telémaco  hace la Selectividad creyéndose mil veces mejor que su padre. Penélope (la mejor parada) ha dejado de tejer y se ha liado con una sirena. Me supera la ruindad, el desatino y la física de unos tacones aleteándose bajo una gordita en una graduación de primaria. Porque no hay como ver hacerse mayores a los niños para jorobarte la existencia. Nada como eso para sacarte la mala leche y amargártela por las ubres lacias. No es que esté de mal humor es que se acabó la menopausia y la transformación en Alíen( al modo del “Gran Dragón Rojo “de Harris) está por consumarse- sin sangre ni mutilaciones, ni de propios ni de extraños -que yo me transformo como los carnavaleros para echar el rato.                               Los niños están entrando en las Universidades con sus lápices bien punteados, sin acordarse de nadie que no sea ellos mismos que han estudiado y parecen no haber mamado, sino ser de generación espontánea al modo aristotélico. Que les vaya bien y que se harten de trabajo, que dejen los nidos vacíos para que se ventilen y sequen con el viento de Levante. El mismo que nos hará arena de fenicio encajonado, mirando el Estrecho de lado.

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