Mientras Feliciano López
pelea en el Open de Madrid, su ex -Alba Carrillo- anda por las supervivencias.
Son maneras de enfrentar la vida. No la hay fácil de llevártelo a casa para
darle de comer a los pollitos. Pero la fama ayuda, sin importar cómo se ha
conseguido.
Los familiares de niños que juegan a baloncesto saben mucho de esto.
Supongo que también los de fútbol y otros deportes en los que haya proximidad
de cuerpos. Ya les digo que no es
prioritario ni exclusivo del baloncesto, solo que a estos los sufro casi como
condena.
No
se crean que esto de darse manteca los progenitores es plato raro de catar en
los noticiarios, porque hay muchas formas de practicar la violencia sin tener
que llegar a las manos. Hay
clubes que enlodan sus enseñas con padres tocadores de cornetas -atronando a
todo el mundo- para intentar conseguir que los niños del equipo contrario no
encesten, ayudándose a su vez de
insultos y de improperios. Sé
que algunos no me creerán, ¡benditos
ellos en su inocencia!. Cualquiera
que haya llevado a sus críos a deportes sí que lo sabrá de primera mano. Y es
vergüenza para todos, pero más para ellos que están educando- malamente- con
sus verborreas de manada de histéricos. He
visto entrenadores que reclaman sangre, expulsados por árbitros que ven; Padres
que enfilan en otros padres su frustración porque los suyos no ganan; Insultos
a la salida y pinchadas de rueda en la oscuridad omnipresente. Todo
ello te joroba la fiesta- que es lo que en realidad es- porque no solo es bueno
que hagan deporte, sino que en mi caso además les facilita que estén sanos. Los
niños de ahora nacen con el cordón umbilical pegado a una consola. No leen sino
que ven videos y no se machacan más que virtualmente. En cambio cuando entrenan
viven otra realidad en la que los compañeros están -y ríen y sufren- y
entienden que la vida es otra cosa que no se para porque apagues un aparato
electrónico. La vida
engancha por sí misma, algunas gloriosas veces con los deportes por
bandera.
Está muy bien el apoyo familiar y el que te liberes dando dos gritos de
ánimo a los que más quieres, pero cuando desbordas la afición y sacas los
colores a todos, mejor que te tomes un tranquimazin y te duermas dos
horas.
Feliciano debe saber mucho de eso y ahí sigue empeñado en ganar- como
todos- peleándose con la pelota que se cuela por donde cabe. También la
Carrillo que juega el papel de madre sobreviviendo a duras penas entre
aspavientos y peleas. Es lo que vales, lo único que vas a llevarte. Es cómo
camines el paso, lo único que serás
cuando todo acabe. Cuando todo termina no vale la fama porque en la caja que te
meten solo hay silencio y oquedades. Allí no todo vale, ni gritos, ni aplausos,
ni ganar a cualquier precio. Solo tú y el paso que marcaste.
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