La madre del bético-
acusado de agredir a un hombre que estaba sentado en una terraza- excusa a su
hijo explicando que es “un niño bueno”. No es la primera que no ve en lo que se
han convertido esos niños -ya muy creciditos- gracias a las permisividades
suyas. La educación nace en la
teta que mamamos y si la leche es rancia nos aboca a la violencia.
No digo que la
agresión fuera culpa de la madre del ultra, pero la explicación que da para
ello no tiene desperdicio en los libros de psicología.
Debe haber un patrón para esas madres que disfrutan con que los niños
hagan capulladas, porque se especializan
en sacar hilo donde no hay puntada peleándose con quien haga falta para decir
que lo que han parido es el ombligo del mundo. Viene de lejos porque si los
suyos han estado en el colegio, ya en el preescolar, hay broncas de
progenitores con maestros, niños que acosan y madres con pandereta, cuando lo
único que pasa es que una criatura
necesita que le reprendan cuando se ha portado mal. Para nada estoy de
acuerdo con lo que le pasaba a un amigo- que estudió en colegio de curas -que
me contaba el otro día que cuando hacía algo que no les gustaba le atizaban dos collejas y que al contárselo a su padre, de vuelta a casa,
le regaló otras dos más porque “algo habría hecho”. No se quiere más por darle
la razón al bárbaro, ni tampoco se le debe agredir a un niño sino educarle para
hacerle entrar en razón de las consecuencias que tienen sus actos. No vi
vergüenza toreta en esa madre, sino orgullo de haber criado a alguien que se
pasea por los Juzgados como si fuera el tronista de “hombres, mujeres y
viceversa”. Un niño bueno trabaja de sol a sol y no le pega a su madre de 88
años una paliza tras otra. Un niño bueno no asesina a su mujer y a su hijo por
celos, frustración o culpa. Un niño bueno no es juzgado por agredirle a alguien
que estaba sentado sin haberle- siquiera – dirigido la palabra. No tiene un
niño bueno que protegerse con su madre que no ve qué mal lo ha hecho , ni qué
clase de monstruo ha criado para que la sola visión de alguien diferente a él
le provoque tanto odio. Las excusas no valen para todo, ni las falacias
tampoco. Cuando un niño acosa es un acosador y cuando un hombre mata a su mujer
es un asesino. No se convierten en niños buenos por mucho que sus madres
quieran decir que toda la culpa fue de los demás por lo que sea. Leguleyas de
malas artes. No es amor de
madre permitir y excusar, sino educar con la esperanza en el mañana. Es
difícil, lo sé, porque cuesta lo que nadie sabe. Es trabajoso y a veces poco gratificante, pero se hace. Para
eso fuimos madres.
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