viernes, 9 de octubre de 2015

POLVOS BLANCOS


A todos nos los han dado, la noche que no dormimos bien, descongestionadas las ojeras con el rímel de las pestañas. A todos nos la han dado cuando votamos y creemos que el mundo puede ser un lugar diferente. Luego lo vemos en su plenitud en un día de lluvia con coches atascados, pitando y bufando, porque alguien quiere atravesar un paso de peatones , con dos críos en brazos y sin paraguas.                                                                     El juicio de Asunta nos dispersa las ganas, porque en su momento nos enhebró la mala gestión de quien le dio hija , a quien no tenía ganas de criarla.                                                No se crean que es algo raro, miren las estadísticas y sabrán por qué la nueva ley de adopciones establece un párrafo sobre que los padres adoptivos deben hacerse cargo de la manutención de los hijos, dejados a la custodia de los centros.                                             Se hizo fundamentalmente,  porque antes de la ley se abandonaban los adoptados a la primera manifestación del virus puñetero de la adolescencia y encima costándole el dinero a las arcas de las comunidades.                                                                          Asunta fue como esas amistades de puerta de colegio que hoy se rien y mañana se lloran , en intervalos en que se llaman de todo y otros en los que van a tomar café al bar de la esquina.                                                                                                                                            A la niña la hemos visto en sus clases de piano, aporreando las teclas con poco desacierto, que ya es mucho conseguir.                                                                                     Visionamos el blog que haría enorgullecer a cualquiera que no fuera idiota. Pero al parecer, porque lo ha repetido la señora Porto en el juicio, a ella le agotaba, la actividad sorprendente de la niña.                                                                                                            Y es que los niños agotan, agotados todos de pelear con ellos, de llevarlos a rastras casi, a todo lo que no les apetece en ese momento que toca, como estudiar, hacer deporte o lo que les venga al apio, que para eso están en desarrollo y transmutándose en algo que nos es desconocido y de temer.                                                                                                    Pero no nos amedrantamos, porque tenemos la piel cosida a puñaladas traperas, así que apretamos los dientes como con las hemorroides y sacamos pecho por no arquear, que ellos lo saben todo como los espías y nos leen a veces hasta el cansancio con el que arrastramos las zapatillas de casa.                                                                                           La vida nos da polvos blancos de los de matar cucarachas, cuando no nos quieren, cuando nos abandonan, cuando nos dejan en un árbol caído para que nos hagamos compos. Quieren que durmamos el sueño eterno de la ignorancia que es no hacerte mayor y mandar a tus padres adoptivos a hacer puñetas, aporreando el piano hasta que se le salten los marfiles de las teclas y sacando las Lolas a poco que te lo pidan los amigos para hacerte un selfie inolvidable. A todos nos la han dado con queso alguna vez, incluso al fiscal del caso, solo que la mayoría iremos a por otra como toreros muertos, revenidos de cogida. Ella no, que es ceniza .

1 comentario:

  1. Y el común de los mortales no se amedrenta ante las salidas de tiesto de un adolescente, porque también ha sido adolescente y sabe lo que es agotar a sus padres, pelear con ellos, y que te lleven a rastras casi a todo. La diferencia entre esta pareja y el común de los mortales es brutal, no se trata sólo de que no la quisieran, ni a un animal se hace lo que hicieron con ella. Son seres egoístas, quizás no han madurado y sólo piensan en ellos mismos. Está claro que la niña fue envenenada ese día y llevaba siendo drogada meses. Oalá se haga justicia.

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