La amnesia de Porto es
recurrente a la modernidad. Antes, las grandes acusadas del "Caso"
también se declaraban inocentes, aún con el garrote ajustándoles el
cuello. Es blanquecina como
flor de loto, al modo de geisha idolatrada por la nueva cultura de los mangas.
Ese, la blancura, era un aditamento de
belleza que también usaban nuestras abuelas que empolvaban medio cuerpo y el
otro medio. Pero en la delgadez, en cambio,
no reparaban , porque las redondeces y las curvas estaban a lo más y las
enclenques y las flacuchas no valían ni un cuarto de fotograma.
Se hacía pucherazo en las urnas y había terratenientes. Ahora los nobles
salen en realitys y series B y los políticos se llevan a manos llenas. La
cárcel esta de entrada y salida y con folclóricas ambiciones, que dan santo y
seña de novedad al que llega. La recién casada no busca niñas
que le lleven la cola, sino hijas tenidas con el que se casa u otro, que hay
que probar ante de dar las bendiciones y ponerse la vacuna del papiloma luego
de la primera comunión. Las
clases de catecismo se dan fuera del aula o no, pero el convite sí que es lo
bueno, porque la religión, la misa y el recitar versículos emblemáticos solo
dura lo que la fiesta y el envelludarse el bigotillo o las pantorrillas. Son
mejores los amigos que los padres y los anticonceptivos que estudiar, cayendo
en desuso los gorilas y las monjas acusadoras, de tener uñas pintadas en mitad
de la Plaza España. Ya no se ven niñas con uniformes, con talle bajo y a media
pierna, que ahora parecen más bailarinas de strip tease que niñas de colegio de
pago. Antes las madres nos compraban el uniforme para varios años y lo
llevábamos encapotado, disidente a ninguna mirada obscena, que no se daba mas
que como ahora en otros pueblos menos convidados de democracia y salutaciones
informativas, por la imaginación imperante, las muchas ganas y la poca
libertad. Hemos ganado en muchas cosas que son muy buenas, como el respeto que
no usamos, la cultura que no gastamos y la información que tergiversamos o nos
modelan. En cambio , hemos perdido en vergüenza torera , en ganas de llegar, en
hambre de justicia, de derechos y de miras largas. El garrote vil ahora nos
ahoga a las mujeres que presumimos de haber conseguido metas , pero que nos
siguen matando, teniendo que taconear fuerte para salir al trote, sesgando la
maternidad y olvidándonos de nosotras mismas. No había ropa de los chinos,
porque solo conocíamos a los de las películas de Kung Fu o antes al de la
huchita. Frotándose las manos los sastres y las modistas, los que vendían telas
e hilos, cremalleras y botones. Ahora llevamos cinturón de seguridad y air bag,
con ropa hecha en serie, con la máxima seguridad y sin fumar, con aire
acondicionado, pero aún así penamos por un ataque de corazón, ahogándonos el
garrote de nuestras metas.
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