sábado, 24 de octubre de 2015

CÓMO HEMOS CAMBIADO


La amnesia de Porto es recurrente a la modernidad. Antes, las grandes acusadas del "Caso" también se declaraban inocentes, aún con el garrote ajustándoles el cuello.            Es blanquecina como flor de loto, al modo de geisha idolatrada por la nueva cultura de los mangas. Ese, la blancura,  era un aditamento de belleza que también usaban nuestras abuelas que empolvaban medio cuerpo y el otro medio. Pero en la delgadez, en cambio,  no reparaban , porque las redondeces y las curvas estaban a lo más y las enclenques y las flacuchas no valían ni un cuarto de fotograma.                                                            Se hacía pucherazo en las urnas y había terratenientes. Ahora los nobles salen en realitys y series B y los políticos se llevan a manos llenas. La cárcel esta de entrada y salida y con folclóricas ambiciones, que dan santo y seña de novedad al que llega.                La recién casada no busca niñas que le lleven la cola, sino hijas tenidas con el que se casa u otro, que hay que probar ante de dar las bendiciones y ponerse la vacuna del papiloma luego de la primera comunión.                                                                                 Las clases de catecismo se dan fuera del aula o no, pero el convite sí que es lo bueno, porque la religión, la misa y el recitar versículos emblemáticos solo dura lo que la fiesta y el envelludarse el bigotillo o las pantorrillas.                                                                       Son mejores los amigos que los padres y los anticonceptivos que estudiar, cayendo en desuso los gorilas y las monjas acusadoras, de tener uñas pintadas en mitad de la Plaza España. Ya no se ven niñas con uniformes, con talle bajo y a media pierna, que ahora parecen más bailarinas de strip tease que niñas de colegio de pago. Antes las madres nos compraban el uniforme para varios años y lo llevábamos encapotado, disidente a ninguna mirada obscena, que no se daba mas que como ahora en otros pueblos menos convidados de democracia y salutaciones informativas, por la imaginación imperante, las muchas ganas y la poca libertad. Hemos ganado en muchas cosas que son muy buenas, como el respeto que no usamos, la cultura que no gastamos y la información que tergiversamos o nos modelan. En cambio , hemos perdido en vergüenza torera , en ganas de llegar, en hambre de justicia, de derechos y de miras largas. El garrote vil ahora nos ahoga a las mujeres que presumimos de haber conseguido metas , pero que nos siguen matando, teniendo que taconear fuerte para salir al trote, sesgando la maternidad y olvidándonos de nosotras mismas. No había ropa de los chinos, porque solo conocíamos a los de las películas de Kung Fu o antes al de la huchita. Frotándose las manos los sastres y las modistas, los que vendían telas e hilos, cremalleras y botones. Ahora llevamos cinturón de seguridad y air bag, con ropa hecha en serie, con la máxima seguridad y sin fumar, con aire acondicionado, pero aún así penamos por un ataque de corazón, ahogándonos el garrote de nuestras metas.

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