SÚBITA Y PRODITORIA
Se ha encontrado un bebé en la cinta de reciclaje de
un vertedero. Como se encontraron hace
ya mucho tiempo y en algunas ocasiones, cuerpos mutilados en bolsas de basura o
maletas viejas.
Matamos
como al toro de la Vega , porque lo gustamos y porque nos dejan. Apedrean
gamberros de doce años las casas de vecinos, ataviados de bicicletas nuevecitas
y se sienten poderosos. Mucho más que con un examen aprobado con un cinco, de
haberse hartado de estudiar.
La sombra dice que es la falta de educación, yo me calló la boca y me
acuerdo de sus madres, porque a las madres siempre se nos echa la culpa de
todo, como a la nueva farota de Gran Hermano que hará historia fagocitada, como
tantos otros que le han precedido en la pixelación de vida imaginaria que son
los realitys.
Se ha encontrado un bebé y hay otros que caerán en el ruedo, que
lloverán de las plazas y que pasearán en aromas gaseadores , recordándoles su
vieja patria, esa, que antes salía en las portadas del "Elle" de la
mano de la mujer de Al-Assad . Se muere y
se mata, se abusa y se penaliza. Se perpetúa y no cesa. Será la especie que nos
acongoja , que no aprende, que no prospera, más que en brutalidades y
fracasos. No miramos a las
estrellas, afortunadamente para ellas, porque si no le llevaríamos carga de
misiles y militancia e idioteces ,
dichas con voces exaltadas de esos que se creen celestiales y tienen el rabo de
paja.
Los nuevos dioses nos hacen magia , porque han ganado y todos aullamos
con ellos, invictos gladiadores del día
pasado, del que se ha ido como se fueron nuestras ganas, la inocencia o ese
primer amor que no era más que rosas de papel arrugado. Súbito se nos vino la
vida encima. Se nos echó empujada, desviada y nos devolvió a la marea un cuerpo
muerto de africano, subsahariano, descompuesto. Proditoria
se nos suma la melancolía y nos hacemos
carne y nos disolvemos , por no arrojarnos al vacío que tenemos vértigo.
Se ha encontrado un bebé en una cinta que llevaba desperdicios, en una
cinta que reciclaba nuestra basura, proque alguien lo consideró desecho y lo
tiraron al estercolero , que es embutir carne humana viva en el abridero de un
contenedor de orgánicos.
Al
toro de la Vega lo consideran carne muerta, ya lo es cuando se cría para eso,
para que lo maten , con igual templanza que matan a los que no son más que
rivales, rajándoles la barbilla de lado a lado. Igual que abaten a la caza, que
abandonan a los perros, que crían a los pollos y que dejan morir a los viejos,
de aburrimiento.
Súbito y proditorio es el fin del que no se lo espera y además no puede
defenderse, como el bebé que sonreía a su madre, como el toro encajonado para
montarse en un camión que lo lleva a Tordesillas, como el polluelo que abre el
pico para salir del huevo, como cada uno de nosotros , que no somos más que
carne humana en una cinta de reciclaje.
Es lo malo de pensar, y darles vueltas a las ideas, desbrozarlas y
maquillarlas, para que no parezcan las mismas.
Afortunadamente como a las estrellas, a nosotros, no nos mira nadie, ni
nos obligan a ver Gran hermano por decreto, ni nos hemos casado con un dictador
y a los gobernantes los echamos, con patada de nalga regalada, introduciendo un
voto en la urna.
Aún paramos la cinta de reciclaje con las manos, aún podemos romper
lanzas con los dientes, aún velamos por los nuestros y defecamos sobre quienes
nos tiran piedras. Para la
falta de educación solo tenemos un remedio y nos lo aplicamos, pasando la hoja
de un libro mientras meditamos la suerte que tenemos, de tener sol, sin
concertinas, de pasear por capricho, sin tener vallas que nos limiten la
esperanza.
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