Hay cosas que nos embisten y otras que nos dan por el asfalto, lo mismo es vejez temprana , lo mismo atasco de indigestiones navideñas. Lo único cierto es que nos vienen elecciones, como pubertades , con piel erizada por lo vellos que corroen la inocencia, con sabores de besos robados a medias en una casapuerta, con carnavales orinados y lejanas puestas de sol en una Alameda.
Nunca volveremos a vernos -a nosotros mismos -iluminando una luna en la suave ondulación de las olas de la mar quieta.
Nunca volveremos a París, porque no tenemos ni fondillo que nos guarde, ni caminaremos sobre las aguas, porque somos de tierra ostionera y nos pesan las enaguas. Debemos preparar los oídos para guerras internas, para escuchar mugidos de ovejas y vacas trashumantes de heces y negociaciones y pactos y pancartas y gente enfadándose , cuando se frotan manos y regocijan en secreto, como púberes , con la gran final del acto carnal de balcones itinerantes.
Es el goce de los sentidos lo que preside los carnavales, y las risas y el alcohol que corre a desembocarse , río que nace en las gargantas de los paseantes y que desagua por calles milenarias que desbandarán en unos meses , de propaganda de partidos y vocales. Cabezas bien peinadas y pensantes, en sillones que recoger nalgas , que son las tarjetas negras un aprecio y más si llevan aparejados coches millonarios.
Los corruptos nos salen hasta en la sopa y los vemos cada día como a la Esteban, con la misma indulgencia de una madre, cuando su púber llega tras una noche de carnavales, fagocitado, vomitado y desecho.
Somos consentidores de cuernos verbales, de mentiras dichas, de verdades a medias y de propaganda electoral , que inunda los domicilios y las aceras, en fechas próximas , no tan lejanas, porque a día de hoy solo se esperan micciones y regurgitaciones, que es gloria bendita ver a los jóvenes -y no tan jóvenes- pasear su desidia y encantos por calles y callejones , que durante el estío duermen el paro y en el invierno, la mala vida. Barrios de quita y pon, en boca de electorables, barrios de buena gente y vida perra, donde los vecinos de conocerse se hacen huesos de muela jodida, hueso de puchero sin caldo y olla vacía, porque la cosa está muy malita y la luz no se paga sin pana. La copla tiene magia y tiene misterio, pero no da trabajo –ya-ni a las sastras , porque no hay para nada y los imperios hace mucho que se mudaron, a otros lares de todo a un euro.
Los fenicios son demodé y en cambio hay gozo al chino , que si vienen con miles de euros están benditos y lo mismo es que hay que ahorrar como ellos, comprar las casas con apoyo familiar como ellos y montar los negocios , como ellos, trabajando 24 horas cada día. Pero sureños, cafeteros, neoclásicos apegadores de barandillas, tenemos que vivir, sestear al sol de la bahía y encabritarnos cuando tenemos sueños, de no tener nada por lo que morirte de empeños.
Que la olla estará vacía de condumio , pero está llena de proyectos. Y eso es lo que nos pierde y eso es lo que nos inflama, la saciedad de unos tiempos en que lo que ponen en el plasma nos llama y que el móvil no sea un ladrillo es lo que más vale y que nos vistamos de necios, aunque sea de prestado. Ya están dispuestas las bolas en el billar y ya nos enfila el taco con la flecha , sin saber bien a dónde nos mandará la ruleta de su fuerza.
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