En la calle Jorge Juan,
de la barriada de la Paz , han muerto sesenta gorriones. No es una fuga
radioactiva, no es un presagio funesto, es una performance de “Juego de
tronos”. Hay tanto paro a doquier , por estas vetustas calles de la que puede
ser Antigua o Dorne o vaya usted a saber, que hasta los gorriones se han puesto
al invento, hartos de patrullar colegios en recreos, muelles en desbandada y no hallar migas, que
llevarse al pico.
Los
gorriones se han pasado, porque han puesto vidas y plumas al servicio de la ciudad,
que no los recompensará con medallas al mérito. Pero es la moda, de pasarnos,
como nos pasamos los tuiteros, cascando en las redes de los pobres que nos
oprimen y rebajan la dignidad, como en “Juego de Tronos”, pero sin espadas , ni
trajes magistrales, que aquí con camisetillas de mercadillos y zapatos de
tienda de chino, ya nos avíamos otro verano. No nos rige Cersei, en nuestra
vetusta costera y engominada peladilla de mariscos huidos y cruceristas artríticos.
No nos rige Cersei, con su mala baba , sin dejar hablar a nadie, politiqueando
a hurtadillas, malinterpretándolo todo y encima clavando la daga , en mitad de las
costillas, sino una bondie aplatinada tipo khaleesi, pero sin dragones de
fuego, que se coman a nuestras cabras. Tampoco tenemos un enano lujurioso, y sí
muchos idealistas que se embozan las caras con ungüento maquillado y entonan
verdades como puños, entre locos versos, en saturnales fiestas. No sé si los
productores verán el filón de playas antiguas y mares viejos, de gaviotas
cansadas por litigar con el viento, de piedras huecas , orinadas de salitre y
de igniciones a la fuga , que las meadas convidan a las ostioneras , donde hay
tanta picha brava y prostática. De
política ni hablamos, que saben que no entiendo , ni litigo, ni difamo, que quiero clavar mis huesos en la cama y no
en la brigadilla, que soy burguesa de carnes ociosas y rosadas, como las de
Lord Varys , que mira al trono de soslayo con desgana, porque ama más el guante
de seda arrimado a la pluma, que el guante de sado, arrimado al látigo. Los
gorriones quizás han muerto traumatizados, porque lo mismo se han enterado de
las últimas noticias, que sé de facto que escuchan hasta el último noticiario y
leen los periódicos que caen al suelo y rescata el levante, de papeleras y
paradas de autobuses. Aunque ellos no tienen las plumas hipotecadas , ni el
nido en riesgo , ni el trabajo a la fuga, sí que son poseedores de crisis y
destinatarios de miseria, porque ya nada es igual que antes de que las aguas de
la crisis , se abrieran. Lo mismo se suicidaron por
eso, por no querer volar a otro lado , teniéndose que sacar salitre ,
humedades, orines y ponzoñas, del ADN que tenemos incrustado todos lo que
nacemos cerca de bahías, porque cuando te penetra el mar, dejándote rodeado de
tierra, te lo notas en los huesos y envejeces por dentro, te haces mar y te
haces tiempo y ya las falanges y el calcáneo, se te alargan en protuberancias
rancias, clavándose en la marea, fijando el tarso y el metatarso , en la arena.
Nosotros
performaremos como los gorriones, a ritmo de votadera, de urnadera, de echadera
de corruptos, de escobaderas a mangantes y paseantes, de paraísos fiscales , acompañados
de nuestro dinero. Reclamaremos ahorros, romperemos huchas de mamados y daremos
de comer a tanto que se lo merece, a tanto que se ha quedado compuesto y sin
trabajo, no porque seamos de la bragueta de los Stark, sino porque somos
pueblo, ese, que hace constituciones y que se levanta como tsunami, adobados de
mare nostrum y de retraimiento, de aguante disoluto y de abolorios cárnicos en
posicionamiento.
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