sábado, 22 de marzo de 2014

QUÉ TE MATO, LECHE


La relación de la pareja de Jaén- en la que el marido tiene causas pendientes con la justicia y en la que la acusación de malos tratos continuados de la mujer , solo venció a la lealtad que ella creía deberle a su marido, cuando intentó matar al hijo de ambos con un hacha- traen a los juristas e instituciones , a la gresca. El hecho es claro , viven juntos, atados por la necesidad -de él- de buscarse un refugio que no puede pagarse con sus 400 euros de pensión, y ella, que es consciente de que el mal la acecha, reconoce abiertamente,  que no puede “dejarle tirado como a un perro”. Entenderán ustedes bien , esta relación, cuando les hable con tecnicismos, pues es la constatación de la diferencia entre mutualismo y parasitismo. Aquí no hay una mutua complacencia en la relación, igual o paralela, sino que el hombre acusado, sentenciado y apartado con una orden de alejamiento, no le da nada a ella, sino que parasita de su generosidad, metiendo a los hijos comunes, en este mismo dilema. “Es nuestro padre”, dicen cabizbajos y suponemos que sometidos durante años, a la realidad de tener que aguantar sus malos modos. No olvidemos que es un hombre , que ha tenido grescas verbales y manuales , hasta con los agentes del orden, por lo que los hijos de la pareja, deben estar saturados de mala información y creerse que eso lo cotidiano, como cuando las vecinas de Pepita, la madre de la  Quirós, en la segunda aguada, se sorprendían , porque a ella su marido no le pegaba.                                                                                                                                         Los tiempos no han cambiado para todas, porque la mentalidad se mama de las ubres materna, se mama por intolerancia genética a los golpes, a los malos modos y a la hijoputez de un tío , que se aprovecha de los cuartos traseros nobles, en mitad de la noche.                                                                                                                                          Hay que tener mucha memoria para recordar lo que le pasó a Ana Orantes, que murió abrasada por la pira que su marido había preparado solo para ella , en mitad del patio de su casa, porque un juzgador les había obligado a compartirla , por no tener el hombre más modo de vivir dignamente .                                                                                       Años después, uno de sus hijos varones siguió los pasos a su padre , harto de ver un rol maltratador que se salía con la suya , que se inyectaba en su conciencia y que iba destrozando- poco a poco -todo lo que tocaba.                                                                                                                                 La muerte de Ana Orantes, su valentía al revelar en el 97 lo que pasaba dentro de las casas , le costó la vida, supongo que por eso, a algunos nos duele tanto que se vulneren las órdenes judiciales y que sigan pasando cosas , como la de la convivencia entre víctima y verdugo , por parasitismo o porque la víctima asume un rol de dejadez , de ausentismo de lucha , que la lleva derecha a las puertas del matadero.                                        Hay muchas mujeres , demasiadas, que han dejado hecha su piel a tiras porque ellos las han matado, tratándolas -aún en vida- como humanas dianas, vilipendiándolas y destrozando, todo resto de libertad o rebeldía. La mujer de Jaén ya es anciana, ya está lisiada  de alma y encima se siente obligada a socorrer al que casi mata a su hijo con un hacha, porque ya dicen “está viejo y enfermo” y además “no tiene adónde ir”, y claro cómo no, necesita quién le cuide y quién mejor que la alfombra bien tullida y acostumbrada a tragarse todas sus mierderías. Pues señora, diga que no, échele ovarios y hágale frente , que no es su sangre precio baladí , ni existe  excusa para perdonarle, que no es solo que sus hijos sean ya mayores para que él los lastre , sino los recuerdos envenenados que les regaló, lo malo que fue y lo perro que seguirá siendo, cuando usted le echa el café o cuando la mira , como si le perteneciera como una esclava. Un día le molestará lo que sea y le claveteará el alma , separándosela de la vida y no verá más usted a sus nietos y él aún estará feliz , porque morirá cuidado por el Estado , con celda limpia y comido , que,  para colmo, es lo único que le importa, nunca, señora mía, su pobre vida, de víctima atada a la ruina.

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