Salvamento marítimo nos
viene a rescatar , porque andamos empantanados y tiesos. Compramos porque hay
que comprar y vivimos, como siempre , por encima de nuestras expectativas.
Llevamos a la prole a los extraescolares, paseando entre vagabundos que los
niños identifican como invisibles , porque nosotros no los vemos. Hablamos del tiempo, de la profesora de inglés, de los paseos
trinitarios para perder chichas y de mil obviedades que esconden arrugas, trasiego
de canas y mucha melancolía. El tiempo se nos sube por las pantorrillas y
aupamos el empeine para no notarlo, camino de la senda de los elefantes,
agotados ellos y extinguidos, por estos lares. Éramos lo mejorcito de la Bahía,
de lo mejorcito y levantábamos la cabeza al levante, presumíamos fuera de
nuestra provincia de lo que aquí teníamos, pero ahora, bendita proeza, las
crisis nos han unificado y ni yendo a Gibraltar, ni pasando del Cabo de San
Vicente , podemos ver otra cosa que ancianos vendiendo naranjas, a pie de
carretera. Si es fin de semana, la
cosa se anima y el FMI nos da palmaditas en la espalda, siseándonos al oído, “consumid
, estúpidos y vuestro país saldrá de la bancarrota”, pero si nos miramos bien
los pies, veremos las medias agujereadas y rotas.
Salvamento marítimo nos da la mano, nos aúpa en la balsa de nuestros
sueños y nos da refugio y calor , para nuestros viejos huesos. Pero somos carne
de camarones piratas , que anidan en las charcas saladas , que quedan en la
bajamar , y el sol, aponientado, nos refleja en la cara , el salitre y los
surcos , que dejó la arena.
La política internacional nos da igual , porque son los niños, el
cocido, la mesa puesta, la gente que se sienta a nuestro alrededor y las
charlas a pie de panadería, a la una y media, bien entrada la tarde , lo que
nos interesa.
Quién fuera
pescador de almas, para subirse a la chepa de una nube y trotar con la marea. Quién
fuera tripulante de una balsa rápida, para encontrar vagabundos que quiere roer
la profundidad del océano y no desarrapadas, comidas por la rutina que nos
apresa, inmoviliza y cuece en sal, a la puerta de la vida , que elegimos como
nuestra . No nos pesan las olas, no nos pesan las mochilas ajenas , no nos
duelen los pies, hinchados por la espera , en esa patera que construimos con
las llagas de nuestras manos, quemadas por la tarea ingrata de parir y dejar
ir, abandonada la idea de llegar , en algo, la primera.
Salvamento marítimo no nos llevará a tierra , porque navegamos aguas
negras, profundas y quietas , pero no varamos, ni naufragamos, sino que
sopesamos la luz de una vela, mirando ya sin ver más que las risas que nos
contentan, madres de color blanqueado, madres de hijos que esperan, coloreados
como los pétalos de una flor y aguados, por ser su destino, encontrarse con un
rescatador , que le suba a una vida nueva.
No creas, salvamento marítimo somos nosotros. Pero aún no lo sabemos.
ResponderEliminarEmpezaré a pensarlo así, amiga, lo mismo , me ilumina los días
ResponderEliminar