jueves, 21 de marzo de 2013

ENARBOLADA


Muere la gente. Murió Fanny , pendiente , hasta dos días antes, de ir a llevar a su hijo , al colegio , ya ella en silla de ruedas , usurera de esa vida que se le escapaba entre células malignas que la inundaban , tachando de mentirosos a los médicos , que le prometieron ocho años antes , que la curaban.                                                                                                             La conocí de rebote, porque una amiga mía, refiriéndose a ella, que pasaba cerca, dijo levemente, “qué pena de ella, con lo joven que es y tan enferma”. Después me enteré de su cáncer, “de los malos”, me dijeron, pero también, de las muchas pruebas por las que había pasado, de la lucha incesante y  entendí el porqué de los pañuelos en la cabeza.                                                                                                                               Pero era fuerte y combatía con ganas, no quería lástima, ni lastimeros a su lado y dicen que solo cuando se vio quebrar, cayendo sin que pudiera sostenerse , pidió ayuda a su amiga- más cercana- para salir de ese cuarto de baño , donde estuvo a punto de dar el mutis final.                                                                                                                        Era dura en su caminar, altiva y ágil, tanto, que de broma y medio en serio, cuando todavía andaba, de nuevo con el pañuelo eterno en la cabeza , pero echando fuego por sus ojos azules, le dije de pasada,” tía, qué fuerte, tienes el tipo de la Barbie”.                                                                                                                                             Y ella sonrió, con su delgadez ascética, con su piel de heroína de Crepúsculo blanquecina y la muerte pisándole la horma de las botas.                                                                                                                     Muere gente, mueren nuestros amigos y mueren hasta nuestros perros, enroscándose en la serenidad, alejándose de nosotros, para no ver en nuestra mirada la desesperación y el miedo, cobijándose en las sombras que dan el reposo y el abandono, de una vida que ya solo es sufrimiento.                                                                                                                Llega la primavera y el sol y el buen tiempo. Tocarán las trompetas y el saxo de Rubén Artola acompañará  a las hermandades que tengan la suerte de procesionar, porque les lleguen los ahorros, pero no reirá Fanny, ni mi perro ladrará cuando pasen extraños cerca de mi casa, ni lamerá mis manos, ni me mirará medio ciego, de puro viejo, con bizquear de ojos .                                                                                                                       No estoy triste, porque el día me llena, porque se pasaron las lluvias y vino el buen tiempo, los árboles dormidos empezaron a despertarse y las cabezas recién lavadas de mis niños huelen a eso, a vida, a despertares, a cuento infinito, lleno de promesas.                                                                                             No estoy triste, pero permítanme que me entristezca, que disienta del día de sol, que disienta del renacer de la naturaleza, porque se ha ido Fanny y ni verá este día de sol, ni irá a buscar –más- a su hijo a la puerta del colegio, ni hará pasadas para mi niña , de Goma Eva con flores  engarzados los pétalos en colores, enarbolada la flor como una bandera. Solo tenía 39, un hijo en primaria y unos ojos celestes que rebosaban de furia, de querer vender cara su esencia. 

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