viernes, 18 de enero de 2013

DIMI…¿QUÉ?


Tenemos un virus encima, es escalofriante. No se salva ni la nobleza, ni los altos cargos, ni siquiera la iglesia. Todos van cayendo y los de abajo, los vemos caer con fiebres y sudoraciones en las pantallas de plasma que estamos pagando y nos da pábulo el pensar que seremos los siguientes en desterrarnos, sin tierra a la que llamar nuestra.                                   Pero es claro que nos preparamos para la plaga , porque nos llega sin dudar, en forma de adulaciones a profesores , para que el niño vaya bien en el curso, con estirones de pellejo y apretones de espalda, para ver si nos dan un trabajito, con bajar la mirada y subir las traseras, todo sea conseguir lo que queremos, aunque sea pura miseria.                     No es un virus pasajero, este puñetero que nos acosa, sino que ha hecho mella ahondando en nosotros, comiéndonos la autoestima, la dignidad y la ilusión, rompiéndonos el ADN de humanos y convirtiéndonos en marionetas , gente gastada que mata a los Quijotes y se convierte en Sanchos galopantes por chiquillerías, lloreras de lo que fue un BMW , ahora convertido en calabaza.                                                                          En un mundo en que los limosneros han vuelto a la actualidad  de las esquinas locales, donde los desahucios cansan y los bancos de alimentos es lo poco que resta de lo mucho que fuimos ayer, nos llaman fascistas en la cara y nos quedamos tan anchos, porque nos la bufa, ya por desgracia casi todo, acostumbrados como estamos a que todo nos pase por encima y que lo impensable se haga realidad.                                                                            Los Eres han dejado su collar de espinas en cualquier cuello, tenemos resignada la carne al castigo y resignada el alma a la penitencia, resignado el destino de ver a los alemanes, escupiéndonos su indiferencia y aún presumimos de que no fuimos idiotas por vender nuestra alma al diablo -por cuatro pesetas- que ni siquiera nos han dado todavía. Tenemos un virus encima, del que no se salva ni la nobleza, ni los altos cargos, ni siquiera la iglesia. Todos van cayendo expoliados por lo que hicieron, por lo que fueron, por lo que nos robaron de nuestra honestidad, pero se siembra esta plaga y nos acoplamos a ella, nos vemos capaces de sobrevivirla tragando ascuas de infierno y vomitando nuestras propias heces, porque queremos ser ellos , como antes quisimos ser los grandes hermanos que vivían del cuento y nos inspiramos en sus hazañas, las seguimos en las pantallas, ávidos por ser como ellos, ganar como ellos y que no nos cojan como a ellos, porque no queremos pagar, que ellos paguen, sí, porque se lo merecen , porque nos han fallado, nos han roto el sueño de triunfar a cualquier precio, han explotado la burbuja de chicle y se les ha quedado pegada a las barbas, pero encima encuentran quienes se las quiten con mimo y nosotros pagamos el trabajo, porque lo valemos, porque estamos hechos para pagar, para sufrir y para penar, para soportarlos a todos y mecernos con ellos, resignados a pastar.

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