SE ACERCA EL INVIERNO
El verano se ha llevado
la prima al sol, el Moñigo ha acompasado mis sesteos y los niños retoman lo
cotidiano, el sufrir que impregna supermercados temerosos por la marcha de
jornaleros. Ahora
llegan las bancadas alemanas, las angustias de las tres de la tarde en el pasma
por pagar y la rutina de ver pasar los días sin saber cómo va a acabarse el
mes. Ya el
pasado otoño la gente piafaba, rumiaban desgracias a extramuros de su cuerpo
originario, pero ahora interiorizado el europeísmo y vista las caras de lo
mundano, ya nadie puede darse por ignoto, lo más ignorado o vejado, como la
señora oronda y llorosa, que clama por necesidad a quien quiera escucharla para
explicar porque mangó productos perecederos y naturales de tener en cualquier
nevera y que deberá pagar en multa o
días , cuando los descuideros no pagan nada más que sus caras vistas en los
videos de las perfumerías mientras afanan , reincidiendo una y otra vez. El país se
nos escapa de las manos, se les escapa a ellos que piensan tan poco en
nosotros, pobres y lúgubres hormigas que vamos como ellas al paso que nos marcan,
comprando donde nos inculca la publicidad que nos sale más barato y llevando a
nuestros hijos a la enseñanza que nos predican en los foros aforados. Pero ellos
dónde están , en qué cielos tan azules, de sueldos infinitos pagados por todos,
coches oficiales y presentaciones de absurdidades, cuando nos rigen para dar el
varapalo de no acertar , de recortarnos las ganas y de abaratarnos la salida
laboral, enseñándonos la puerta de atrás del empleo, ese ERE que nos mata por
entero y nos lleva a la ruina. Dónde están
esos malvividores que nos sacan la sangre para hacerse collares de
cuentas y poner muecas en su fusil, con nuestros huesos desencajados. Menos
mal que siempre nos quedará la baratura, el no gastar nada, el pasear como las
gaviotas famélicas a lo que cacen por
las orillas mañaneras, siempre nos quedará la Isla de Tierra y el ver llegar a
los civiles, lanza en ristre y a toda motora y los marroquíes y sus desiertos y
la arena, clavándosenos en la jeta, esa jeta que se nos quedó de piedra,
mismamente como la de Paco Alba, mirando
la Caleta.
El verano se ha llevado el soñado puesto de trabajo con las rebajas que
no fueron, el salario de miseria en el chiringuito de la tía, la mejoría, la
esperanza, la alegría, por eso era tan bueno sestear a pie de playa, hacerse
oídos sordos a las gaviotas y que graznaran ellas, porque después en el otoño
se alimentarán con los bocadillos de nuestros hijos, abandonados o caídos en el
patio del colegio, de los huevos mal protegidos de otros congéneres más
incautos y de las basuras rebuscadas; Se alimentarán, al fin, si les dejamos
tirar de nuestras tripas, a las que tienen ya bien agarradas, de nuestra propia
alma.
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