viernes, 7 de septiembre de 2012


SE ACERCA EL INVIERNO
El verano se ha llevado la prima al sol, el Moñigo ha acompasado mis sesteos y los niños retoman lo cotidiano, el sufrir que impregna supermercados temerosos por la marcha de jornaleros.                                                                                                           Ahora llegan las bancadas alemanas, las angustias de las tres de la tarde en el pasma por pagar y la rutina de ver pasar los días sin saber cómo va a acabarse el mes.                                                                                      Ya el pasado otoño la gente piafaba, rumiaban desgracias a extramuros de su cuerpo originario, pero ahora interiorizado el europeísmo y vista las caras de lo mundano, ya nadie puede darse por ignoto, lo más ignorado o vejado, como la señora oronda y llorosa, que clama por necesidad a quien quiera escucharla para explicar porque mangó productos perecederos y naturales de tener en cualquier nevera y  que deberá pagar en multa o días , cuando los descuideros no pagan nada más que sus caras vistas en los videos de las perfumerías mientras afanan , reincidiendo una y otra vez.                                                                                         El país se nos escapa de las manos, se les escapa a ellos que piensan tan poco en nosotros, pobres y lúgubres hormigas que vamos como ellas al paso que nos marcan, comprando donde nos inculca la publicidad que nos sale más barato y llevando a nuestros hijos a la enseñanza que nos predican en los foros aforados.                                                                                                                                                        Pero ellos dónde están , en qué cielos tan azules, de sueldos infinitos pagados por todos, coches oficiales y presentaciones de absurdidades, cuando nos rigen para dar el varapalo de no acertar , de recortarnos las ganas y de abaratarnos la salida laboral, enseñándonos la puerta de atrás del empleo, ese ERE que nos mata por entero y nos lleva a la ruina. Dónde están  esos malvividores que nos sacan la sangre para hacerse collares de cuentas y poner muecas en su fusil, con nuestros huesos desencajados.                                                       Menos mal que siempre nos quedará la baratura, el no gastar nada, el pasear como las gaviotas famélicas  a lo que cacen por las orillas mañaneras, siempre nos quedará la Isla de Tierra y el ver llegar a los civiles, lanza en ristre y a toda motora y los marroquíes y sus desiertos y la arena, clavándosenos en la jeta, esa jeta que se nos quedó de piedra, mismamente como la de  Paco Alba, mirando la Caleta.                                                              El verano se ha llevado el soñado puesto de trabajo con las rebajas que no fueron, el salario de miseria en el chiringuito de la tía, la mejoría, la esperanza, la alegría, por eso era tan bueno sestear a pie de playa, hacerse oídos sordos a las gaviotas y que graznaran ellas, porque después en el otoño se alimentarán con los bocadillos de nuestros hijos, abandonados o caídos en el patio del colegio, de los huevos mal protegidos de otros congéneres más incautos y de las basuras rebuscadas; Se alimentarán, al fin, si les dejamos tirar de nuestras tripas, a las que tienen ya bien agarradas, de nuestra propia alma.

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