domingo, 8 de abril de 2012

RESUCITADOS



Se nos murió Mingote, como se nos muriera ramón Corrales, al pie del cañón, incansable e inquebrantable, en su lucha por la permanencia en la tierra.

Los resucitados, cohabitan con eres campantes que quieren litigar y endosar la partida que no se concluyó con la no victoria de Arenas, o la no gobernabilidad, que verdaderamente es lo que importa y se nos queda cara de lelos mirándolo en los carteles, sonriente y blanquecino, el cabello, con cara de “qué queréis que os diga”.

No sabemos si Andalucía ha hablado o ha regurgitado, porque se nos abren las primas de riesgo y se nos desguaza el bienestar que creíamos disfrutar, temiéndonos las barbas peladas de los griegos y sus suicidas, desesperados al cuadrado.

El cielo ha llorado para no procesionar y ha sumido en lágrimas aéreas a nazarenos y penitentes, Cristos centenarios y parafernalia que los acompaña, que es lo que tiene la fe, que altera los sentidos y volatiza las personalidades, cambiándola en mantilladas y velámenes, producto de esta fecha que es abril, que veletea y embosca tempestades y tifones atlánticos y lluvias de ráfagas , por el cambio climático.

Pronto volveremos a la vida normal de ser personas abocadas a la muerte, eternos suspiradores por resucitar y ser toros de lidia venidos a menos, en corridas pueblerinas, cuerpo hinchado por las bajuras y reto al cielo, que no truena , ni se abre, porque va a morir de vergüenza un indignado, un apaleado y un negro, un mulato o una fiera, que solo correrá cuando lo embraven y se perderá entre chavales que le gritan y gente que le mira, diciéndose que eso es tradición y verbena.

Resucitaremos en nuestra vida cotidiana y nos sentiremos mejor por seguir en el trabajo , aunque miremos de reojo la cara del jefe y nos temamos las malas ventas , porque somos perecederos, como los yogures con fecha de caducidad del supermercado de la esquina, ese que ha hecho un ere en toda regla con la nueva reforma laboral y ha despedido hasta a la María magdalena , esa que siguió a Jesús y que ahora se puja por ser ella, gastándose el equivalente en euros a la cena de miles de benditos que duermen en las casetas de los cajeros automáticos, hermanándose a plena luz del día, que para eso la Semana Santa y sus vacantes tiene mucho salero .


No resucitara el trabajo, ni la dignidad, ni la vergüenza torera , porque hace demasiado que murieron y no está el país para viejos, ni para lastrados, ni para discapacitados, lo más para gente que come pipas esperando las procesiones, para gente que se gasta la sopa de avecrem en pagar una silla para que le vean o para gente que disfruta con creerse mejor , solo porque creen ser mejores , cuando los demás somos malos, feos y sobre todo, desempleados.

Si Jesucristo bajara de los tronos, se quitaría clavos y floreada y oros y túnicas y se metería en las compuertas de un cajero y dormiría entre ellos , parias de la tierra, que son metáfora gangosa de la miseria y que echan los mejores sueños a las puertas de donde se esconde el dinero que pagamos entre todos y que ahora nos esquimal y no nos prestan.

Se nos acabaron, por acabarse, las opíparas comilonas, se nos acabó la edad dorada de los sueños, porque hemos matado a Caperucita y hemos visto la mirada del lobo y ahora viene a buscarnos a nosotros, porque ya se ha quedado con la casa y el trabajo y solo le queda por derribar la esperanza entera, esa, que nos mantenía a pie firme y nos hacía creer que resucitaríamos de la tragedia, como héroes griegos, como suicidas en potencia, que prefieren morir con un matiz épico y salir en las portadas , para vergüenza mundial, que vagar por contenedores de basura , buscándose el condumio diario, después de una vida entera de trabajo y fatiga, sin pensión, ni paga, que los sostenga.

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