jueves, 8 de marzo de 2012

VA POR ELLAS






Tras la guerra civil, las mujeres de presos políticos se reunían en la casa de Carmen García Campoamor y se enseñaban a leer unas a otras. La Madre de Carmen, mujer de paciencia y sabidurías infinitas, leía las cartas de los maridos, a las que no sabían, sin dejar de decir que lo mejor sería que aprendiesen a leer por ellas mismas, no porque a ella le costara trabajo hacerlo, sino por su mejoría.

Lola, la mujer de Paco Artola, encerrado en Burgos , o la misma Carmen , fueron escurridoras del régimen , porque haciéndose pasar por tontas, cosa que las mujeres bordamos ante los machistas, hacían de correos del partido comunista y de “trae y lleva” entre los presos y la resistencia en Francia, metiéndose las comunicaciones bajo las fajas, cuando volvían de verlos en las cárceles.

Esas mujeres que llevaron en sus espaldas mucho más que lo que nadie jamás reconocerá, cocinaban caldo de puchero en ollas profundas como su futuro, echando de lo que había y sumándose todas a la costura, a la dicción de sentimientos, a la hermandad sin sangre, sino con lazos de angustia y de incertidumbre.

Había tanta hambre-de todo- que solo el sonido del caldo a la lumbre , las esperanzaba de lo que , dicho por la madre de Carmen, suspirando, solo era abrir el grifo y echar limpio a la olla, con tan poca pitanza incluida, que el resultado era solo agua caliente , que sorber con la cuchara.

En el Madrid de la dictadura, lesbianas disfrazadas de costureras y tricotadoras, de poetisas y narradoras, se reunían en clubes femeninos y se rendían amores que duraban lo que las uniones perpetuas, de mujeres, que no tienen que ir juntas al servicio, sino que van juntas por la existencia cotidiana, besándose a escondidas y durmiendo sin almohada.

Las mujeres para trabajar dependemos de mujeres y para ser madres y parir, dependemos de mujeres y para criar a nuestros hijos, dependemos de mujeres, porque nos plegamos como las espigas de trigo ante el fuerte viento y entre todas nos protegemos y nos damos cobijo.

Cuando viene el tractor que separa la espiga del trigo, la semilla queda y vuelve a fertilizar los campos y la ignorancia y el no acceso a la educación, que tenían nuestras abuelas se suplía con ganas ,con coraje y con apretar de dientes, con no saber leer, pero empujarte a ti, su nieta, a que lo hicieras , al “saber no ocupa lugar “bordado en nuestras mentes por sus prolíficos labios, a su imagen trabajando, a su ejemplo dándote ánimos y partiéndose la cara , no por ella, sino por ti, niña bonita, que lo crees todo regalado porque la gallina clueca se pone frente a lo que sea y pierde plumas y cresta , para que a ti no te toque ni el viento.

Tenemos una deuda moral con ellas, tenemos una deuda inmensa con ellas, con las que parieron a las que nos parieron, con las que nos acogieron, con las que nos dieron semillas para el camino, con las que guiaron pasos, con las que quebraron manos trabajando y callando, para que nosotras ahora quebremos lanzas y matemos dudas y recelos.

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