sábado, 7 de enero de 2012

¡Ay , Carmela!





Carmen Rodriguez campoamor, era una persona muy discreta, discreta para no contar lo que no debía ser contado, discreta para vadear preguntas incomodas y discreta hasta para morir, pues solo ha comparecido su esquela en pocos medios, restringidos medios y muy escuetamente.

No le tocó una vida fácil de vivir, pero nunca se quejó de ella, ni de su infancia, ni de la guerra, ni de la posguerra , ni de las privaciones, ni del largo cautiverio de su marido, Simón, ni de haber criado prácticamente sola, salvo por la querencia incondicional de su madre, a sus dos hijos.

Simón era reflejo, a pesar de su viudedad, de su amor y de su respeto, reflejo de todas las dichas compartidas, obviándose los malos ratos -no de ellos- sino del rigor y muerte del franquismo y de la represión de libertades.

Conocí a Carmen porque estuvo en la Bahía dando una conferencia y por aquel entonces yo estaba enmarañada con un libro que trataba de eso, de recuerdos, de gente mayor de ochenta y de muchas miserias encaradas por ellos, por esos jóvenes eternos, que vieron morir a sus padres y se hicieron ancianos llevando pancartas y reclamando justicia, para los suyos.

La memoria histórica ya estaba de capa caída, faltaba poco para que Garzón hiciera piruetas mortales por quererla sacar del olvido y yo no me daba cuenta de nada, mas que de tenía una buena historia que escribir entre las manos y de que quería hacerlo.. Y así fue como de un entrevistado a otro, llegué a Carmen a la que tuve que ir a ver a Madrid, en un verano caluroso y ascético.

Era la segunda vez que la veía , pero seguía sorprendiéndome su empaque, su elegancia y la seguridad de esa mirada- quizás fría y distante- pero sincera.

Hablamos mucho y me contó muchas cosas, que añadí al libro en forma de capítulo, porque eran tan preciosas , para nuestros hijos, que no podía dejar de hacerlo. Después el tiempo pasó y el libro -como tantos otros- no encontró quien lo pariera, ni le diera la luz y aún duerme dormido, de él, este recordatorio para Carmen que dice así:


"Las tropas del general Varela irán conquistando los pueblos lindantes con la capital hasta su llegada a las riberas del Manzanares y a la Casa de Campo el 5 de noviembre de 1936, dejando a la niña bonita aislada y sitiada, demacrada y desnutrida, aunque nunca vencida, ni menos aún, muerta.
Inmersa en esta amalgama de vaivenes temporales y vitales, protagonista de un tiempo que no esperaba la marca del reloj de pared en el segundero, Carmen Rodríguez Campoamor, madrileña de pura cepa, llevará en la sangre la marca del destino, mucho antes de que su padre escapase de la Guardia Civil, saltando desde la ventana de su casa, en la calle Fernando Vallecas
Quizás la llevó siempre consigo, sin darse ni cuenta, por eso, cuando conoció a Simón Sánchez Montero, no se asustó de sus ideas revolucionarias, que, a cualquier otra chica de su edad, hubieran hecho correr despavorida".


Nunca te olvidaremos , Carmen.

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