jueves, 1 de diciembre de 2011

CUERPOS MUERTOS


Parecería que se terminó el calvario de la familia de Marta de Castillo, pero no, porque no hay cuerpo, a quien llorar, ni a quien decirle adiós.

No han importado las peticiones a los incriminados, pronto culpables, ni nada que les haya podido llevar a que desvelen el secreto mejor guardado…dónde está el cuerpo de Marta, seguramente porque están bien aleccionados y dicen – una y otra vez- que no saben nada.

Y Marta se quedará donde quiera que esté hasta que un día , cualquier día sin señalar en el calendario, aparezca por casualidades de la vida y solo sirva –entonces- su estela, para hacer más sangre y dolor a los suyos. Porque cuando mataron a Marta murieron con ella la seguridad de una pandilla, que era la suya, la esperanza de unos pocos, que dejamos de creer en los cuentos de princesas rescatadas con final feliz. Murieron de golpe, los sueños de su hermana mayor y el futuro de la pequeña. Murió la madre y el padre con ella, murieron en callado y en llanto seco y se transformaron en estos que vemos como fantasmas ante las cámaras reclamando lo que saben que les pertenece.

Ángeles Zurera también lleva años sin aparecer, su padre la sabe muerta y lo dice a la cámara, que le pregunta por el destino de su hija, con esa simplicidad de los campesinos cordobeses, de tierra dentro, de sentimiento de Bernarda Alba y de quejio profundo, sembrado en la tragedia.

Ángeles no quería morir, solo decía en unas pobres cuartillas que dejó,” que la vida era una mierda”. Y estaba claro, porque si te maltratan, si te hacen padecer, entonces la vida se convierta en fango, en suciedad y por último, en sangre seca.

Ahora, buscan sus restos entre hendiduras de la tierra, en una nave que en tiempos su marido rellenó el suelo, quizás pensando la Guardia civil que además de cemento y grava , la tiene presa , hacinada, también a ella.

¡Pobres cuerpos muertos que no descansan en paz , porque los asesinos se han hecho dueños de ellos!, porque los ADN y la investigaciones inculpan y ellos son muy valientes para dar tajazo y matar, aún a niños indefensos, a niñas de dieciséis que se creen eternas princesas, pero no para dar la cara y cantar, como el gallo de Morón, sin plumas y apaleado.

El Carcaño se fue a matar porque le pesaba la cárcel, no la muerte de Marta, sino sus consecuencias y ahora los forenses lo llaman idiota y se quedan tan frescos, pero no conozco muchos idiotas que sepan guardar tan bien la llave de su delito.

Delitos de sangre ajena, delitos de pudrirse en vida por necedad, por soberbia, por maldad suprema, odio o resquemor, delitos de cárcel , poca en la tierra, pues no hay cárcel bastante para el que ve pasar los días, cuando su víctima se seca en las tinieblas, ni hay rejas que sujeten el dolor, ni barreras que frenen la impotencia de no abrazar, de no tener, de no ver, de no saber, ni poder señalar con el dedo, pidiendo justicia , para el que ha matado a lo que más querías.

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