
En lo que será el nuevo museo del títere, justamente bajo su solar, se encontraron los restos de un fenicio de pro, que huía con la mano levantada , cuando lo sobrecogió la muerte.
Los científicos del Hospital de Puerto Real que dejan a los del CSI con los colores subidos de tono, han determinado que era un gaditano originario y que además de ir huyendo , el pobre hombre-lo que son las cosas- tenía mareos, vértigos y cefaleas. Valentín, que así lo han bautizado, porque le hicieron una radiografía -rara y cara- un tal 14 de febrero, saltó por patas y se quebró una, para alcanzar el mar que no veía , porque en un ataque de los griegos- que eran como la plaga de las tiendecitas de los chinos a un euro- quemaron lo que les vino en gana y arrasaron lo que pudieron y nuestro gaditano sustancial no quería perder piel , ni quemársela en el invento.
Pero el desgraciado se asfixió , cosas de la Historia y del esqueleto, según cuenta el profesor Calero. Y es lo que tiene ser gaditano o fenicio, ajado por los pliegues de los joios griegos, o de los jefes o del que está encima tuya y no para hacerte un pase sexual, sino para jorobarte la existencia, que cuando no estás quemado, estás mareado por el paro y la crisis, cuando no, vomitando sapos a degüello y lo más que quedas-después de jugártela con lo que sea o quien sea- es tirado, asfixiado y roto, como marioneta sin dueño.
Es la vida que nos ha tocado vivir-para qué vamos a quejarnos-aguantando a tocapelotas y monosabios que solo sirven para tirar del toro en la plaza y creerse toreros de primera . Es la vida que le tocó vivir al fenicio con mareos y cefaleas , sin poderse tomar una aspirina y riéndose los chiquillos al verle dar pasos de pato, con la mano levantada , llamándole “el fatiguiti”, en tono de cachondeo.
Luego, vienen los científicos y dan muchos parabienes y explicaciones y lo sacan –ahora que reposaba tranquilo, oliendo Caleta y rezumar de humo de escape- para que no se partan sus huesos, lo envuelven en poliuretano, como si fuera tabla de surf y revelan el tuétano y desvela lo que el pobre hombre no quería… que era cobarde y corría, como alma que se llevaba el griego, para salvar su preciado trasero. Lo mismo que más de un personal quiere salvar su trasero , en esta crisis , y hace números y cruces, porque moverse en este barco , nos movemos todos y cogemos casilla, como en el ajedrez o las damas y vemos que las únicas que permanecen impasibles en el horizonte del Puente Carranza- sea la hora que sea- son las gaviotas, las mismas que vio el fenico reírse de él, antes de caerse en redondo, asfixiado y roto, las mismas que vemos cuando vamos a trabajar o levantamos la vista al cielo, las mismas que nos fagocitan encima, a poco que nos cojan por entero.
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