Mi madre, antes de
casarse, abrió la casa que iba a ser su hogar y expuso el ajuar, ante miradas
curiosas de conocidos. Mi padre, cuando yo empecé en esto, me dijo, que, con el
tiempo, haría un buen artículo. Pero escribir no es fácil, porque tienes que
desgárrate el alma y solo puede hacerse a dentelladas impías. El primer
mordisco es impulsivo y fuerte, pero no certero, tampoco el segundo, ni el
tercero, ni el que hace el millar. Pero luego uno cuela, no sabemos si por
suerte o por desgracia, y ya sientes en tu boca el sabor de la saliva, confundiéndose
con el del amargor, del interior del abdomen. Son vísceras espesas, exultantes
y vivas, pero no salen al exterior fácilmente, porque las dentelladas no son
uniformes y la piel está tallada en cuero, dura y sin corroer. Por eso, decides
meter las manos, aunque no estés seguro y te aterre y te enfangas en vida y
muerte , al mismo tiempo, manchándote de ácidos, venas, arterias y viscosidades
, que son las coordenadas del jeroglífico de Ulises , para llegar a Ítaca. Cuando mi
madre enseñaba su ajuar, esperaba expectante los comentarios, las críticas
veladas, algunas sibilinas, siendo personaje atormentado y confuso en un
rincón, viendo su vida desmigada y seccionada en toallas, sabanas y cubertería.
Años de ahorros, vicisitudes sufridas, recuerdos inconexos y personas tan
importantes como su madre, estaban allí,
prendidos los sentimientos que evocaban, en esos objetos , que , por sí
mismos , no eran nada. Cuando
escribes te das, te expones, desnudas tu piel a tiras y te dejas arrastrar en
el fango de las miradas obscenas, las limpias, las extrañas y la propia, que se
refleja en el espejo de tu propio ego. No se hace un artículo bueno , porque
pase el tiempo , papá, eso no es cierto, lo que hace falta es destrozarte,
desaprender y encallarte los sentimientos, redescubrirte, olvidarte, hincarte
de rodillas y vomitar sangre, y después, cuando el tiempo se allane, cuando las
ganas se apaguen y lo sufrido te parezca mero chascarrillo, aún así el artículo
se vencerá solo y se trastocará, tomando forma propia , haciendo lo que le
venga en gana, para conformarse entre las líneas que componen los dedos sobre
el teclado. Porque no es cierto, no es fácil, aunque pase el tiempo, tomarle el
pulso al aliento, meter las manos en tripas y enlodarte, jalar, primero
suavemente, después a tirones sentidos y por último, como en la balanza del
pecado, pesándolas para saber qué cosecha se ha conseguido, verte la cara
arrugada, las sienes platas, los ojos encogidos, en el brillo de la Romana. No
era cierto papá, que fuera sencillo, porque para intentar escribir bien un
artículo, tienes que hacer como mamá y vencer al miedo atávico, invocar al
suicidio anímico y exponer vísceras al aire , para que se corroan , seduzcan
moscones y atufen a los proscritos.
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