No tiene fecha marcada
en rojo en el calendario porque es instantáneo y punzante como una daga. Llega
cuando menos lo esperas y ahí se queda. No sé cuándo fue el primero, pero sí
cómo son…invasivos, incapacitantes y destructores. En mi caso, vengo de una
madre a la que todo le afectaba y que, sin embargo, nunca se medicó y lo que es
aún más importante, nunca pensó que lo necesitara. Las mujeres que nos
precedieron tienen mucha culpa de lo que somos, de lo bueno y aún más de lo
malo. El miedo, la cobardía o el callar
nos lo metieron en vena y nos lo machacaron bien hondo para que no abriéramos
la boca, ni sobresaliéramos como el clavo al que le dan todos los martillazos. No
crean que no lo entiendo, sí lo hago. Lo práctico cada día con mi hija diciéndola
que tenga clama, que no se enfade, que no pelee porque no la quiero ver en un hospital
destrozada a golpes, ni asesinada por un mamonazo. Tengo miedo y de eso come la ansiedad. Siempre
lo hizo porque se alimenta de debilidades, de pasos en la oscuridad de la
noche, de temblores de manos y tartamudez. De calor súbito, de escalofríos, de
miserias humanas y de mucha sequedad de boca por no gritar a pierna suelta. Mi
madre siempre me dijo las mismas cosas que ahora yo le digo a mi hija…que no me
señalara, que no gritara, que no me enfadara y que no luchara más que por ser
buena persona y encontrar alguien que me quisiera tanto( o más) de lo que ella
quería a mi padre. Lo encontré, siendo no un calco de mi padre, sino la respuesta
a todos los males que el mundo -con su terquedad, insensibilidad y falta de
empatía- había creado para una persona sensible y callada como yo. No se
equivoquen, charlo por los codos, puedo verles y (sin conocerles de nada) ya
entablar una conversación como si fuésemos familia, porque es mi método de defensa ante la
timidez. En el tablero de la vida no
hay piezas seguras, ni casilla lo suficientemente negra para ocultarte del Mal.
No hay paseíllo de honor, ni sueños conseguidos, ni cosas que no cuesten
pellejo, corazón y dientes. Si les dicen otra cosa, les mienten. No saben
cuánto daño hacen esos tontos babas que van por ahí presumiendo de haber
triunfado con 20, que no han dado palo al agua frente a opositores anónimos que
quizás no conseguirán plaza jamás. Y eso frustra y limita y paraliza, porque el
miedo a lo que no podemos modular a nuestro antojo nos da una puñetera ansiedad
que nos carcome por dentro, instalándose
en las entretelas y apareciendo cuando le da la maldita gana. No somos robots
sincronizados al tiempo de bailar o reír; No somos perros movedores de rabo, sino
ardillas inquietas saltando de rama en rama, con un bosque que nos están
cortando porque lo devoran las llamas. No sé cuándo lo tuve por primera vez,
pero sí cuando lo borraba. Entre sus brazos cálidos no había soledad, ni miedo,
ni nada que no fuera confort de hogar, repiqueteo de lluvia en el cristal,
cobijados bajo una manta de lana. Solo que la perfección no dura y la boca
seca, el corazón palpitante y la nevera como botín de guerra llegan, aunque no
quieras. Llegan para quedarse porque siempre los has tenido grabados a fuego en
el puto ADN, que a Mozart le servía para componer y a los de Gran hermano para
falsearnos historias que comernos como pipas de calabaza mientras les vemos.
Soy puzle de imperfecciones, amasijo de defectos a cada cual más solapado en un
mundo cambiante, hecho solo por las casualidades. Queríamos ser dioses y solo
somos hormigas sin habilidades para escribir para unos niños que se ciegan con
los videos musicales y las batallas imaginarias de gente que no existe, en
universos que nunca conquistaremos. Sobre todo porque el opositor que está a punto
de comenzar su examen, luce pálido y confuso, con las tripas revueltas y mucha
ansiedad. Pero recuerda a su madre que le dijo que no le importen los
martillazos porque nació dura como todas las que la precedieron, hecha para
aguantar y llegar. Porque podemos comernos a la perra de la ansiedad, solo
abriendo la boca al tamaño de su alma oscura. Lo mismo solo hay que cambiar la
forma de pensar para conseguir volar.
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