Enamorarse más allá de
los 50 es tan gran aventura que solo Ulises podría protagonizarla. Este héroe
griego tuvo lo suyo con las mujeres de su época porque eran de armas tomar, con
grandes y maravillosos poderes. Circe, las sirenas o Calipso (entre otras) a
poco que te despistaras, te trituraban sin despeinarse las cabelleras.
Todas las de” la Odisea” eran
peligrosas si las contrariabas, menos Penélope que con bordar y esperar ya le
valía. Con
todo Ulises nunca perdió la cabeza, ni siquiera por culpa de las sirenas
porque- como buen héroe- los dioses le ayudaban a modo de video en internet con
el fin de conseguir terminar la partida.
Nunca volverá a casa Jesús María, un bilbaíno de 67 que tuvo la
desgracia de enamorarse de una presunta que no se acuerda de nada, pero que sí
entregó la caja con su cabeza dentro a una amiga,
envuelta como un regalo. Mira
que leí ejemplares del “El Caso” de los
que recuerdo la ferocidad de las fotografías que te miraban como queriendo
matarte, el papel rugoso entre los dedos y sobre todo la certeza de que en el
mundo hay gente muy mala. Esa misma seguridad tengo
ahora en los tiempos en que las nuevas tecnologías, la soledad real y las
parejas aciagas no lo hacen mejor, ni más llevadero, sino todo lo
contario. Después del vasco -al que para
robarle y usando la treta de una cita muy a ciegas por Badoo- que murió enterrado vivo, nos despertamos con
una cabeza cortada entregada a una vecina en una caja, pretextando contener
juguetes sexuales. Y
es que el mundo gira muy deprisa, demasiado para mí que me mareo hasta en los
caballitos de feria. Demasiado para algunos que buscan en el amor sincero (ese
de cogerse por la mano y darse piquitos a media mañana con el olor a café impreso
aun en los labios) la meta de su vida. Hay gente que nunca conocerá la pasión,
parejas concertadas por la rutina, la ruindad y el miedo. Hay quien nunca disfrutará
la comunicación sin palabras, los gestos afines, el calor de una palma de la
mano contra tu propia palma. Hay gente que se quedara mudo, sordo y ciego para
encontrar eso que calienta sin fuego y solo con su ausencia nos transporta a un
desierto helado. El
problema es que en este mundo virtual, de consumismo incesante- donde la gente
muere por hacer, nunca por sentir y por sexo, nunca por amor veredero- los
monstruos están a la vuelta de la esquina. Monstruos callejeros y cotidianos de
gente a la que conoces y sonríes, de los que te cruzas en un semáforo, que son los mismos que empujan a una anciana
para arrebatarle el bolso sin importarles que le partan las caderas o las
muñecas en el arrastre; Los mismos que secuestran, engañan, apalean y matan a
un vasco buscador de amor, por un coche llamativo y unos euros en la cartera.
La misma chusma que coge a un hombre bueno y tranquilo y lo retiene de
cualquier manera hasta que los dioses se cansan, le llaman la atención y en su
cabeza no hay más salida que la de entregarle a una amiga por trozos, dentro de
una caja decorada como un regalo. Ahora falta el cuerpo, pero da
igual porque se han cumplido todas las premisas para convertirse en un crimen
macabro de los que pululaban por “El Caso” con agravante de miseria humana,
desproporcionalidad y mucha mala baba. La amiga la llamó después de
avisar a la policía, cuando se encontró con el cráneo fundido en mitad de la
caja. No sabemos lo que le dijo, pero sí sabemos que ( la ahora detenida )
quería ir a llevarse la caja a toda pastilla. Todo se sabrá porque ahora se investiga a
conciencia. Conoceremos motivaciones, antecedentes y declaraciones. Lo que no
se dirá es que un hombre bueno confió hasta perder la cabeza, porque las sirenas matan
para sobrevivir con holgura comiéndose la carne de los marineros que como
Ulises transitan aguas oscuras, engañándolos para que no les vean las fauces
abiertas , ni los dientes afilados .
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