No es buena la genética
para las cuestiones de Estado. No lo es el amor para la geografía. Sin embargo,
el Puerto- que me fue heredado- me sigue sacando los colores de las
entretelas.
La
Ribera del marisco no es lo que parece, aviadero de turistas que vienen a las
excelencias de marisquito y pescadito frito, playas areneras de baja
profundidad y sol a bocajarro. No lo es porque en invierno clama a las mareas
bajas y las ratas de las ostioneras se pasean con descaro entre cuerdas de
amarre y pescadores imbatibles al desaliento. Donde antes estaba “el Rubio”
ahora vegeta la desidia, y aun así, me gusta… Supongo que porque la edad corrida
en vez de estarme dando prestancia (como a otros) me convida a la decadencia de
los vampiros. Puede que el Puerto de Santa María no sea la ciudad-que no
pueblo- más hermoso de la Tierra, pero acoge con garantías de impunidad a
recuerdos, de lazos y cadencias costeras. A mí me acogió entre los brazos más
fuertes, segadores de miedos, reconfortantes y voraces de amor y otras
frugalidades de la vida. Eras tú el que me esperaba en la parada de “los Comes”
de la Ribera, asentadito en tus plantas, serio y soñador, con batir de ojos
preñados de futuras caricias. Eras tú el que me enseñaste la Prioral y me
hiciste consagrarme a ese amor que era más que creencias, más que vida porque
en vida se convirtió y desde tu muerte en miseria. Esta Ribera me recuerda a
ti, a tus cucuruchos de pescado, al Romerijo de los escaparates prodigiosos, a
las bocas de cangrejo a pie de playa y los niños galopando a nuestro lado, con
tu voz ufana y tronista presidiéndolo todo. Me acuerdo tanto de ti que se me
resbala el alma y puede que algún día la pierda quedándome catatónica ya de frugalidades,
amores y esperanzas. Se fue lo que nos llevaba a la gloria.. la corriente, el
aire, las mareas y la arena de la playa sobre las que las gaviotas defecaban
sin que lo notáramos, porque solo estábamos nosotros contra el Universo. Sin
espadas, ni láseres, solo dos manos y mucho querernos, hasta que se nos rompió
la vertebración que nos sustentaba porque el destino es cruel y hace lo que le
da la gana. Aún aguanto el ancla sin elevarme, porque nunca fui ave voladora
aunque tú lo pensaras, sin notar que la imaginación, el encantamiento y las verdades
eran tuyas porque eras tú el que me hacías ser verdad, ser furia, ser llanto enamorado y caricias. Ido
tú hace –hoy- dos años, se me ha cortado la leche de las entretelas, el
maravilloso mundo de Yupi, la reconciliación con los humanos y la
estabilidad para escribir. Se me ha ido
todo de las manos sin que nadie lo note porque aparento tan bien que solo tú-
que me visitas en sueños y pliegas tu manos con las mías -lo sepas. Aún te
quiero, porque quizás esto sea un amor para siempre. Quizás lo bueno permanezca
aún más allá de la memoria. Como llaga encendida, como espera sin esperanza.
Muerta, pero viva.
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