viernes, 18 de mayo de 2018

LA RIBERA DEL MARISCO



No es buena la genética para las cuestiones de Estado. No lo es el amor para la geografía. Sin embargo, el Puerto- que me fue heredado- me sigue sacando los colores de las entretelas.                                                                                                                                                  La Ribera del marisco no es lo que parece, aviadero de turistas que vienen a las excelencias de marisquito y pescadito frito, playas areneras de baja profundidad y sol a bocajarro. No lo es porque en invierno clama a las mareas bajas y las ratas de las ostioneras se pasean con descaro entre cuerdas de amarre y pescadores imbatibles al desaliento. Donde antes estaba “el Rubio” ahora vegeta la desidia, y aun así, me gusta… Supongo que porque la edad corrida en vez de estarme dando prestancia (como a otros) me convida a la decadencia de los vampiros. Puede que el Puerto de Santa María no sea la ciudad-que no pueblo- más hermoso de la Tierra, pero acoge con garantías de impunidad a recuerdos, de lazos y cadencias costeras. A mí me acogió entre los brazos más fuertes, segadores de miedos, reconfortantes y voraces de amor y otras frugalidades de la vida. Eras tú el que me esperaba en la parada de “los Comes” de la Ribera, asentadito en tus plantas, serio y soñador, con batir de ojos preñados de futuras caricias. Eras tú el que me enseñaste la Prioral y me hiciste consagrarme a ese amor que era más que creencias, más que vida porque en vida se convirtió y desde tu muerte en miseria.                                                                                            Esta Ribera me recuerda a ti, a tus cucuruchos de pescado, al Romerijo de los escaparates prodigiosos, a las bocas de cangrejo a pie de playa y los niños galopando a nuestro lado, con tu voz ufana y tronista presidiéndolo todo. Me acuerdo tanto de ti que se me resbala el alma y puede que algún día la pierda quedándome catatónica ya de frugalidades, amores y esperanzas. Se fue lo que nos llevaba a la gloria.. la corriente, el aire, las mareas y la arena de la playa sobre las que las gaviotas defecaban sin que lo notáramos, porque solo estábamos nosotros contra el Universo. Sin espadas, ni láseres, solo dos manos y mucho querernos, hasta que se nos rompió la vertebración que nos sustentaba porque el destino es cruel y hace lo que le da la gana. Aún aguanto el ancla sin elevarme, porque nunca fui ave voladora aunque tú lo pensaras, sin notar que la imaginación, el encantamiento y las verdades eran tuyas porque eras tú el que me hacías ser verdad, ser  furia, ser llanto enamorado y caricias. Ido tú hace –hoy- dos años, se me ha cortado la leche de las entretelas, el maravilloso mundo de Yupi, la reconciliación con los humanos y la estabilidad  para escribir. Se me ha ido todo de las manos sin que nadie lo note porque aparento tan bien que solo tú- que me visitas en sueños y pliegas tu manos con las mías -lo sepas. Aún te quiero, porque quizás esto sea un amor para siempre. Quizás lo bueno permanezca aún más allá de la memoria. Como llaga encendida, como espera sin esperanza. Muerta, pero viva.

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