Lo son los que se
manchan las manos con la sangre de un bebé. Como el de Arcos para el que la
Fiscalía pide que sea internado. Dice que creyó que era el fin del mundo el que
le acechaba con mensajes fulminantes en el móvil que se autodestruían. Muy
inverosímil, lo sé. Pero dicen que estaba tan alterado que no habrá prisión
permanente para él, sino internamiento. El
niño era suyo-de siete meses- engendrado con una mujer a la que regalaba
palizas como norma de la casa. Vivían juntos y separados, por épocas más o
menos malas. Lo entiendo.
Lo del asesinato, no. Ni siquiera si de verdad estaba alucinado. Dijo que se
quería tirar por una Peña, pero no lo hizo. Tampoco se suicidan aquellos que
matan a sus mujeres con la violencia doméstica porque salen del trance con
magulladuras y cortes superficiales. Ellas, muertas. No
me lo creo, ni tengo por qué. Tampoco al que se descargó el video de un bebé
siendo abusado por un hombre. De Chipiona city. Ya ven, ahí al lado. Es lo malo,
que no sabemos qué clase de monstruos pueblan las calles cuando nos los cruzamos
cada día yendo al mercado. No lo sabemos y eso aterra- tanto o más- como que
cinco abusadores te metan en una casapuerta. Tanto como no verles con arrepentimiento
ni pena, sino jactancia sobrada. Pena de libertades mermadas, de gente que se
sale con la suya y bebés que maceran en jugos biliares porque les da la gana .
La Peña debe ser la hostia porque
no se subió a ella, ni se tiró, sino que apretó con fuerza contra su pecho al
de los siete meses mientras éste pugnaba por respirar con su madre
discapacitada recibiendo patadas y mandobles para intentar salvarle la vida. Un dechado de virtudes, el
alucinado, una buena persona que quiso salvar a su hijo de la barbarie de enfrentarse
al fin del mundo que él le puso en bandeja porque es un buen padre y marido, arreador
de coces de cuatro a seis y de nueve a dos. Es
llamarles desgraciados por no decir otra cosa, porque alucinados o presuntos me
quema la yema de los dedos y leer sus hazañas me revuelve las tripas más que la
gastroenteritis. Lo
entiendo, es la presunción de inocencia. A la que respeto y acojo en mi pecho, igual que el de Arcos al
niño -con todas sus ganas- hasta que lo asfixió. Luego lo soltó, dejándolo tirado
en el suelo. Porque lo amaba. Alucinado y todo lo amaba más allá de toda
cordura. Como el del video del bebé violado, también lo miraba por compasión y
por eso lo pasó a otros desgraciados por la misma meritoria razón. Dicen
que los chimpancés machos matan a los monitos que se meten en su territorio,
para que no compitan contra ellos en el futuro. Los matan despedazándolos,
luego se los comen. Lo mismo es eso, competencia, supremacía o que son unos
desgraciados, que no se comen a sus hijos porque los consideran basura.
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