Te joroba que te den la
patada, pero más si te la pegan en los bajos. Ser mujer no es un intento, sino
un trabajo. Constante porque nunca cesa. Ni tras once años de demostrar que
puedes hacerlo tan bien o mejor que ellos.
Las costaleras portuenses de dos antiguas Hermandades han visto sus
barbas pelar porque les han dado la carta de despido de algo que- perdónenme
ustedes- no haría ni pagándome.
Tiene un componente
fedatario no hay duda , porque si no quién en su sano juicio se metería a
cargar tantos kilos sobre los morrillos.
Hubo un programa de estos de docu-periodismo donde una reportera se
proponía hacerlo y ya les digo que lo hizo, pero a costa de luxarse medio
cuello. No
es por tanto desfilar, ni ponerse una medalla, es sufrimiento y devoción
cogidos por las solapas.
Entendería que las largaran si no pudieran hacerlo, pero llevan once
años en ello. Ha
cambiado la titularidad de los capataces y se ha evaporado el buen rollo, la
igualdad y la hermandad porque le hemos puesto vaginas por delante. No es
nuevo, antes las mujeres no podían estar al mando de las Hermanes, ni pregonar,
ni salir más que de penitencia porque eso era su vida…Penar si les pegaban,
aguantarse en casa teniendo hijos o que le pregunten como a la Machi si no
tiene descendencia por su carrera. Somos maquinitas de dar pacer y engendrar hijos,
la doble cara de la moneda en que nos crucifican los machistas. Y si nos salimos
del plato les rascamos el fondillo testicular , regalándole una peineta
exportable. Así que niñas a coser y no a cargar que los pasos son cosa seria,
porque si llevas once años demostrando calidad y buenos méritos , se la
repampinfla a los capataces. Ya es hora de que te vayas a casa, que los
cargadores son todos varones y masculados se quedan. No se quejen -ni den
ruedas de prensa -que solamente es una tímida presencia, que se ha quedado en
dos cargadoras protestando y las demás callando como nos enseñaron nuestras
abuelas.
Cuando yo era niña no te dejaban ser penitenta, ni nazarena, porque nos
estaba asignado ir tras la Virgen de penitencia. Qué bonitas las mantillas, qué
lindos los tacones puntiagudos o los pies descalzos que para el trote y las
paradas son hermanos, porque se te clavan los unos en el calcáneo y las
porquerías en la planta desnuda, agujereándotela. Porque hemos venido a sufrir
un calvario porque fuimos el origen del pecado. Pero háganme caso, cambiamos.
Transmutamos como los reptiles para hacernos mejores y más fuertes. Sin tener
que cambiar de sexo, solo demostrando que cargamos los kilos igual que los
demás porque es con fuerza y quizás con esa fe que tan poco entiendo. No con vaginas,
ni con úteros. Con esfuerzo. Pudiendo. Quizás por lo que llevas sobre el
cuello, porque crees en ello. Las trabajaderas no entienden de vientres bajos,
solo de levantás . Tras las bambalinas no hay más que resuellos.
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