Han violado a una mujer
en el Caballo Blanco del Puerto de Santa María. Creen que la víctima podría ser
una prostituta de las muchas que frecuentan los alrededores del que en otra
época fue un hotel de rango y tronío. Ahora- como casi todo- está de capa
caída. Desmochado, desbandado y esperando caer del todo para construirse de
nuevo. Dicen que hay proyecto con reformas importantes para devolverle el
brillo, pero a día de hoy todo son aguas de borrajas. Hace mucho que en las
inmediaciones del Cuvillo transitan desgraciadas que venden sus favores -entre
los pinos- a pie de chalet de burgueses que las miran despechados. Una de ellas
ha caído más aún al haberse topado- cree la policía- con un indigente de los
muchos que socorren adicciones y soledades entre los muros (hechos miseria) que
conforman la ruina que un día fue Hotel. Es
historia levantina que un indigente viole a una prostituta en un hotel
abandonado, pero llena espacios en blanco en prensa, porque lo importante es la
política que se clava en las portadas y las bobadas de dirigentes que no sacan
las nalgas de las poltronas, ni usando una polea. Tampoco lo son los atracos -en tu propia
casa, estando tú de cuerpo presente- por los mismos menores que quizás se fugaron
de un Centro de la Junta porque estaban masificados. Ya les digo que son
historias que no valen nada porque los políticos lo colapsan todo y un eructo
de Trump vale más que cien africanos ahogados en el Estrecho. No se lo tomen a
mal , no es más que por el dedo índice que aprieta el botón que nos freiría a
muchos, sin que se den cuenta que las hormigas -que son más- se comen al oso a
poco que se pongan. Son 600 los que se presumen fugados de uno de los Centros
de menores de la Junta. Ya ven, nada más y nada menos , porque son muchos más
los que peregrinan entre los muros pasando los días, después de haber cruzado
el Estrecho o la frontera de Ceuta o la de Melilla. Si los ladrillos del
Cuvillo pudieran hablar , no lo harían de jugadas -ni de futbolistas- sino de
mujeres desdichadas que llegaron de África preñadas por múltiples violadores
para pagar con carne oscura el pasaje a la opulencia , transcrita en pantalla
de plasma e importada de tanta telebasura como aspiran. También están los
huidos de guerras, los masacrados, los vencidos, cuyos pies conocen pasos de
cebra y semáforos en rojo -que no gualda- con parada obligatoria para intentar
vender a gente que ni abre la ventanilla, clínex a un euro o llaveritos de los
chinos. Están los que ven la playa tras pareos y pulseras, por el cogote pelado
con los rayos inclementes taladrando la espalda. Son la misma masa, de escapados
y revenidos a nuestras fronteras, historias que no interesan para nada más que
cuando salen en la página de sucesos para llenar una edición en la que los de
las poltronas ya aburren de puro hastío de hacer siempre las misma
payasadas.
El Caballo Blanco emergerá de sus ruinas porque ya tiene orden de
derribo aprobada por el Ayuntamiento, renaciendo- no sé sabe cuándo- otro Hotel
para imaginarios turistas en blanco y negro de low cost como es todo ahora por
agencia intermedia, porque nos gusta salir y vivir bien aunque luego tengamos
que estar meses pagando con la tarjeta de crédito. Y está bien, no me quejo
porque todos huimos de la realidad, de mares en guerra , de tránsito de
personas, de explotación laboral , de que no nos paguen ni nos den las gracias,
de las gracietas de los desgraciados que se creen mejores y de los violadores
sin verso que nos atraviesan el alma a estocadas, mientras nos mira despectivamente
un vecino paseador de perro de raza cuando nos limpiamos los muslos del esperma
levantino. Si el Cuvillo hablara no sería de futbol , sino de mujeres que
transitan su esperanza maldecida con género definido, paseadoras incansables en
plataformas infinitas con destino al Dia de la esquina donde aprovisionan la
intendencia mientras las cajeras cierran filas en un trabajo mal pagado y
repetitivo , en que hay que sonreír al cliente y descargar camiones que llegan
a cualquier hora. El violador sacó un puñal para amenazar a la víctima sin
darse cuenta que ya la mataron hace mucho tiempo cuando aún era una niña.
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