viernes, 3 de noviembre de 2017

UNA PERRA DESOREJADA Y TUERTA

Resultado de imagen de Abandona a una perra herida por un disparo

Le metió un tiro de gracia y la dejó tirada. Al fin, era una perra. Le voló la mitad de la cabeza, arrancándole un ojo y una oreja que se infectaron con larvas de moscas que ya saben que huelen la muerte a kilómetros.                                                                                    Está viva  porque un voluntario de una protectora de animales la vio, apiadándose de ella. La han operado y sobrevivirá,  pero las perras traumatizadas tardan en recuperar la esperanza.                                                                                                                                              El que la intentó matar con descuido de puntería- según dice-no la sanó, ni miró por ella porque era una perra que solo valía lo que su olfato- o rapidez- en cazar una pieza.                                                                                            Son cosas de ajuar doméstico que se transmiten de padres a hijos- como las mujeres- que cuando no sirven para el propósito requerido se las mata. Al fin, son perras.                           No sé cuántas van este año, solo sé que no cesan.                                                                          Ni policía deteniendo, ni jueces juzgando, ni denuncias interpuestas, te vas y te matan. Peleas o contradices, y te matan. Te cuelas en el hueco de una bala y te matan, desangrándote tirada en un polígono industrial con la mitad de la cabeza volada.                     El que se creía amo de la perra le estampilló tirito al vuelo y la dejó como mercancía devaluada, igual que los machistas- después de reventar a sus mujeres- hacen sus números de acrobacia para que no los atrapen, intentando suicidarse o fugándose .                    No se permiten dejarlo porque les va la seguridad en ello. Cuando las leyes de protección animal se endurezcan y los propietarios de perros se den cuenta, no dejaran de tenerlos, ni de matarlos. Solo se esconderán en el anonimato, criando razas escogidas para el fin que pretendan, ahogándolos – luego cuando no les sirvan-en el bosque con cuerdas atrincheradas a su cuello.                                                                                       Hay mucho bestia detrás de una soga perruna que aprieta la laringe hasta asfixiarte lentamente. Hay mucho bestia detrás de una relación fallida y una ruptura a la que no pones kilómetros emocionales y pasotismo.                                                                                                       La perra -aunque tendrá un nuevo nombre y una nueva familia- recordará siempre el disparo, pero solo en las neblinas del sueño que se recogen de madrugada azuzando con recuerdos brutales a las mentes más frágiles. Cuando huyen de un maltratador- las mujeres acosadas- tienen pesadillas donde las encuentra y las matan. Tienen escalofríos solo de verlos en la cara de otro que se les parece, temiendo no ya por ella sino también por sus hijos, porque no olvidemos que los matan –solo-por hacer daño como Bretón. Es mejor llevar media cara tuerta y desorejada que permanecer con un bestia, pero muy duro. Es valiente dar la cara a un maltratador, pero peligroso. No debería de serlo, no en el veintiuno. Deberían estar erradicados como la peste bubónica o la lepra. Lo mismo entre todos. Podría tener paciencia, pero el ojo sano de la perra me transmite rabia e impotencia. La falta de oreja, secuelas. Las páginas de sucesos, bilis negra.

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