Mientras la cuestión
catalana sigue deshojando margaritas, las mini productoras del porno se ponen
las pilas. Es dinero en mano como lo de las empresas catalanas que apoyaron la
independencia mientras fue útil, pero que ahora cogen los cacharros y botan hacia
otros lares. No es nada personal sino que si el barco se hunde. Los
que viven de la pornografía explotan los vicios ajenos, como las tabacaleras el
alquitrán de los pulmones o los capos de
la droga -en vena- el pinchazo corporativo. Luego los desgraciados son- como
todos- los consumidores finales. El
Santander está ganando dinero hasta con el fiasco del Popular que dejó a los
accionistas en quiebra, llorando por sus ahorros perdidos. La Caixa está
recuperando más capital del que perdió cuando la gente empezó a sacar dinero
porque no cambiaba de sede de la problemática Cataluña. La
normalidad es como un polvo de película que satisface a todos, más a los que
están detrás de las cámaras y llevan el conteo de los billetes. Para hacer un video porno en un lugar
emblemático- entiéndanme lleno de turistas a rabiar porque debe salir bonito en
los canales de pago- hay que levantarse temprano. Hace frío que ya se cuela el
invierno por las rendijas de la amanecida. Luego están los rocíos mañaneros
que tampoco estimulan mucho las gónadas hacia el goce del peloteo . Pero
eso no importa, porque lo único valioso en los videos porno es la fantasía de “Alicia
en el país de las maravillas” con conejos corredores y tíos con chistera. De
eso se trata el invento, de mujeres complacientes que ejecutan saltos
magistrales mientras son tan felices que ríen todo el tiempo. Desde
que se inventó la Viagra ya los actores del porno tampoco son lo que eran
porque es fácil perpetuar el amor a base de medicamentos, tanto como sonreír
como los tiburones cuando te están penetrando el alma.
Si no fuera porque el porno ha asaltado la Bastilla dándonos tetazos en
la cara, no sería noticia, ni los de seguridad andarían buscando en el Código Penal
articulado para ponerles freno. Tampoco lo tienen muy claro , porque delito no
es ponerse en pelotas en la calle sino hacer cilindradas delante de menores o
discapacitados. A mí no me ofenden
si es aceptado por todos, con los contratos en regla y los papeles al día. Me
da grima que tengamos que ser uso de lascivos y perpetuadores de roles, pero si
me aprietan me da mucho más canguelo los que no respetan los límites de
velocidad o se ponen al volante a mil de drogas, alcohol o lo que les echen. La
desnudez, los actos sexuales consentidos- sean o no para hacer dinero- se
perpetran porque vende igual que la política o la independencia. Si les costara
dinero- como nos cuesta a nosotros levantarnos para trabajar- no lo hacían. No
sé de qué se asustan cuando muere cada cinco segundos un niño de hambre y nos
da la risa.
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